Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Comparte esta noticia

Por Jorge Sotero ()

Hay días en los que un país entero aguanta la respiración. Y hay otros en los que, por puro milagro o por la torpeza de alguien que tenía que apretar un botón y lo apretó al revés, esa respiración se exhala, casi como un suspiro de alivio. Cuba, estos días, ha estado en ambos. Entre el abismo y el resbalón que, por ahora, la salva de caer en él.

De todo este «Drama Tangible», como lo llama Iwin Alfaro —actor de cine y TV, olvidado a su suerte, como tantos otros en la isla—, salió algo claro: un paso sin bastón. Un respiro, quizás pequeño, para esa gente mayor que ya no aguanta más colas, más promesas, más discursos. Pero, ¿qué pasó realmente? ¿Y por qué no terminó de pasar lo que tenía que pasar, es decir, el desastre completo?

Vamos «Primero a lo Primero», como dicen los que aún creen en los manuales de instrucciones.

La Debacle con Carnet

Lo que está ocurriendo en Cuba no es un accidente. Es el resultado de una administración inoperante, conservadora y corrupta a nivel dios. Sí, a nivel dios, porque solo una fe ciega —o un miedo muy bien administrado— puede explicar que esto no haya estallado antes. Pero ahora, el país está al borde de la calamidad, y la solución, dicen, no la tienen ellos. La tiene el pueblo. El mismo pueblo agotado, extenuado, que ya no sabe si reírse o llorar cuando le hablan de «resistencia».

Antes de que volvieran a meter la pata (que lo harán, no se preocupen), alguien —quizás el único con una calculadora a mano— decidió numerizar el estado de los hechos. Y lo que salió fue esto:

  1. El Administrador Supremo sale en la tele y dice que Cuba está en «Estado de Guerra» (económica, claro, porque de la otra ya ni se acuerdan). Y en guerra, amigo, solo hay dos caminos: trabajo forzoso o empuñar las armas.
  2. El Ministro de Salud admite que los hospitales se caen a pedazos. Algo que cualquiera que haya pisado uno ya sabía.
  3. El Ministro de Turismo da cifras en rojo, pero sonríe. Optimismo revolucionario, supongo.
  4. La luz se va. Y con ella, la paciencia.
  5. El Parlamento se reúne para discutir algo que suena a «Ley del Vago», como en los 70. Pero aquí, una ministra —hoy defenestrada— se emociona, hace catarsis burguesa sin querer, y la cosa explota.

El Resbalón que Salvó (Por Ahora)

Si esa ley hubiera pasado, hoy Cuba estaría en «oscurantismo medieval», como dice el texto. Pero no pasó. Gracias a una metedura de pata. Gracias a que alguien, en algún despacho, dijo lo que no debía o hizo lo que no tocaba. Y así, por ahora, no hay decreto.

Lo que necesita Cuba es trabajo, sí, pero no esclavo. Tierras productivas, carreteras que no parezan paisajes lunares, casas que no se caigan encima de la gente. Trabajo remunerado, con contrato, con sindicatos de verdad. No un parche de fuerza bruta disfrazado de deber patriótico.

Pero hay un problema mayor: Cuba ya no tiene capital humano. Lo regaló, lo perdió, lo dejó escapar en una surrealista estampida. Los que quedan no creen en lo que hacen, no sienten que lo que producen les pertenezca. Los valores están hechos trizas. Y la palabra «prosperidad» suena a chiste mal contado.

Así que, señores funcionarios, den gracias a su divinidad favorita —la que sea— por esa ministra que se equivocó. Porque si ese decreto hubiera salido adelante, hoy no estaríamos hablando de crisis. Estaríamos hablando de otra cosa. Algo mucho peor.

Y Cuba, queridos, ya ha tenido suficiente drama.

Deja un comentario