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Cuarenta y seis años viviendo en la frontera de lo mismo

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Por Javier Bobadilla

La Habana.- Pongo esta gráfica de El Toque, porque veo que este año no han hecho el truco del dólar ni una vez, y eso me tiene nervioso. Pueden ver que la última fue en los días finales del año pasado. No sé si no hay dinero para hacerlo, o el que lo hacía ya no está entre nosotros, o tiene miedo de no poder engañar otra vez a la gente, o no han encontrado una excusa para meter el bajón.

La pura se funde de las novelas turcas. Ni los Secretos de Familia, ni el Pájaro Soñador. Todo es lo mismo, todo es lo mismo, dice.

Todo ha sido siempre lo mismo, darse cuenta es la iluminación.

Yo, total, ni novela, ni patana, ni turca.

Va y se copia unos gigas de realitys, que son lo más lejano que hay a la realidad, y que dentro de un mes van a ser el nuevo Lo Mismo. MasterChef y Maestros de la Costura. Yo lo veo todo con ella, porque el televisor está en la sala junto con la computadora y el Nintendo. La mezcla de información es inevitable.

Ve las temporadas de Maestros de la Costura en maratón. Necesita absorber Lo Diferente. Yo necesito absorber algo diferente, me doy cuenta al verla. Ella trata de encontrarlo en lo que copió, yo no sé dónde buscarlo.

Dejo el Metroid Dread casi en el final. Me leo La Emboscadura, que me recomendó un desconocido en la acera a la entrada del Bejuco. Me gano el Hollow Knight con 93%, sudando tinta y cagando pelo. Me leo El Gatopardo, que me recomendó un amigo meses atrás. Veo Star Wars: Andor, que me recomendó una trigueña con mal humor y nariz de Lady Gaga.

Mi consorte de Matanzas -ahora de Asturias-, me pregunta que a quién yo sigo en Youtube, y yo le digo que a un tornero, a unos hermanos zapateros, a unos tipos que hacen maquinado CNC, a los Eurogamerspain y a jevitas que están ricas y hacen bailecitos ridículos con musiquita tonta. Ya no tengo que seguir a nadie. Hay gente que peina las redes, buscando sentido en el caos.

Y hay caos, mucho. En el precio del dólar, en la trayectoria de la flota de Greta Thunberg y en la trayectoria de la bala de Charlie Kirk. En la reunión de la ONU y la escalera de Trump, en Petro queriendo comprarse un problema que constantemente lo elude, en videos y videos de congresistas norteamericanos haciéndole preguntas a funcionarios del Gobierno que hablan mucho pero no responden. En la muerte de Raúl, que desde los Panamericanos del 92 se muere todos los años, pero de la risa. En la cacería en Miami, en los reguetoneros que se creen intocables, en la flota de destructores imperiales que esperan la rebelión. En los muertos vivos de Cuba.

Hay una hora del día en que sé que tengo que ir a un lugar, a hacer algo, pero todavía no sé dónde ni qué. El resto del tiempo estoy buscando algo de lo que nunca he oído hablar.

Por eso no me muevo. No lo necesito. Vivo en un mundo que soltó el timón y apretó el acelerador.

Soy un animal enorme, que no cabe en su propia piel.

Si no me deshago de esta piel, mi propósito me va a destruir desde dentro, me va a enloquecer. Siento una tensión tremenda, pero sé que la mayor parte viene de mí mismo.

Y no te voy a mentir. Me gusta. Hay días en que soy el cometa Chicxulub, el puño de Saitama, el rayo de la Estrella de la Muerte. Hoy cumplo años, cuarenta y seis. Hay días en que acaricio el botón rojo, porque me estoy poniendo viejo y esto que estoy haciendo no es lo que voy a hacer con mi vida.

¿Han visto el botón rojo con un bombillito que sale en las películas? ¿El que siempre te dicen que no aprietes por ninguna razón?

Quieres romper la piel que un día fuiste tú pero ya no. Que ahora está muerta y te ahoga, y no te deja ser el nuevo tú.

La pura discute conmigo. Me dice que me estoy volviendo loco, que yo no puedo saber lo que piensas tú. Pero sé. Ya ni siquiera necesito pensar para saber, como mismo tú no necesitas pensar para ver el azul.

Sé que te sientes como yo.

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