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Por Jorge Sotero ()
La Habana.- A ver, vamos a poner las cosas en su sitio, que ya está bien de paños calientes. ¿Cómo cojones se supone que vive un cubano hoy? ¿Respirando? ¿Rezando? ¿Haciendo cola 12 horas para un pollo que nunca llega?
Esto no es vida, es una agonía a cámara lenta. Sin luz, sin agua, sin medicinas, sin gas para cocinar, con la policía ansiosa si protestas, para cargar contigo, y los edificios cayéndose encima de la gente mientras el gobierno habla de «resistencia». ¿Resistir qué? ¿A no morir de hambre? ¿A no desmayarse de calor en un apagón de 20 horas? Esto ya no es crisis, es el colapso definitivo.
Mira, en cualquier otro sitio del mundo, cuando no hay comida, se protesta. Cuando no hay medicinas, se exige. Cuando se cae un edificio y mueren familias, hay dimisiones. Pero en Cuba es el país del revés: cuanto más se hunde la cosa, más sonrisas ponen los de la tele. ¿De qué van? ¿Creen que somos tontos? ¿O es que realmente les da igual que la gente se muera en los portales esperando una ambulancia que no llega porque no hay combustible?
Y ahora dime tú: ¿qué queda por perder? ¿La dignidad? Esa ya se la robaron hace rato. ¿La esperanza? Esa se fue con el último barco que zarpó hacia Miami. ¿La paciencia? Esa se acabó cuando empezaron a vender la leche en polvo a precio de caviar y a reprimir a las madres que salían a pedir comida para sus hijos. Lo único que queda es el miedo. Pero hasta el miedo tiene fecha de caducidad.
La gente ya no aguanta más. Lo ves en las caras, en las colas, en los ojos de los niños que no entienden por qué siempre hay oscuridad. Lo ves en los hospitales donde los médicos piden jeringuillas por Facebook y en las calles donde la gente cocina con leña como en el siglo XIX. Esto no es vivir, es sobrevivir. Y ni siquiera eso, porque sobrevivir implica tener alguna posibilidad. Aquí lo único que crece es la desesperación.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta que no quede un solo edificio en pie? ¿Hasta que la gente empiece a morir de hambre en plena calle? ¿Hasta que Cuba se convierta en un páramo de escombros y miseria? Porque ese es el camino que llevamos. Y mientras, los mismos de siempre viajan, comen, ríen y dan discursos sobre el bloqueo o ‘labatalla de ideas’. ¿Qué ideas? ¿La de cómo robar mejor? ¿La de cómo mentir más descaradamente?
El cambio no puede esperar. No es una opción, es una necesidad de supervivencia nacional. Cada día que pasa es un edificio más que se cae, una familia más que se va, un niño más que se duerme con hambre. Cuba se está muriendo, y no es metáfora. Es la puta realidad.
O cambiamos esto ya, o no quedará nada que salvar. ¿O es que alguien cree que un país puede funcionar así eternamente? Pregúntenle a los que llevan 20 horas sin luz. O a los que entierran a sus muertos sin velorio porque no hay combustible para el coche fúnebre. Esto ya no es cuestión de política, es cuestión de humanidad básica. Y parece que de eso, ya no queda nada.