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Por Eduardo Díaz Delgado ()
Uno abre cualquier red social y lo único que ve son noticias de calamidades. Cuando no hay un accidente, hay un basurero colapsado, un suicidio, un robo o un asesinato. Todo es una tragedia.
El inicio del curso escolar es otra tragedia, porque la educación cubana, de ser gratuita, pasó a ser carísima. Y no porque se pague la escuela, sino porque el Estado no tiene para darte nada de lo que se necesita para que tu hijo, o hija, estudie.
Y el problema se agrava cuando miras que tampoco hay suficientes profesores. El déficit está en niveles alarmantes. Muy alarmantes.
La salud pública es un desastre de proporciones bíblicas. Si te pones a revisar los servicios básicos, ves que el agua brilla por su ausencia, los comunales están de vacaciones, y la electricidad aparece menos que para un latinoamericano promedio.
La seguridad, que era lo único que quedaba, es otro caos: Cuba se ha vuelto extremadamente peligrosa. El consumo de drogas está creciendo de manera preocupante, y eso en una sociedad que ni siquiera puede permitirse económicamente drogarse.
Y mientras tanto, la gente se sigue marchando como pueda: vendiendo lo que pueda, empeñando la vida para irse.
Pero parece que no es suficiente ver a los hijos marcharse. Parece que no es suficiente vivir sin luz, sin agua, sin comida. Parece que no es suficiente cargar con un país que se cae a pedazos.
Y parece que no es suficiente morir de un accidente evitable o de un asalto en la esquina. Parece que no es suficiente que la droga y la violencia se metan hasta la cocina. Parece que no es suficiente ver que no hay futuro en ninguna parte.
Entonces, parece que nada es suficiente.
Por eso, pregunto: ¿cuándo será suficiente? ¿Con qué? Porque me parece que motivos hay de sobra hace rato, pero da la impresión de que para muchos nunca lo es.