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Por Beatriz Batista ()
Yo cursaba cuarto año en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana cuando, con apenas 21 años, comencé mi activismo por los derechos de los animales en 2019.
En aquel momento no había pronunciado ni una sola palabra contra el régimen. Mi única causa era la aprobación de una Ley de Protección Animal y la erradicación del maltrato. Aun así, bastó eso para que el sistema me señalara.
Lo viví en carne propia: la represión comenzó desde adentro, desde la misma institución que supuestamente debía formarme como profesional. El primer interrogatorio con la Seguridad del Estado ocurrió dentro de la propia facultad, en una oficina, con el decano y un profesor de Periodismo presentes.
Desde entonces, mi nombre empezó a circular en los pasillos como “alumna con problemas ideológicos”. Mi profesor de Publicidad incluso advertía a mi mejor amiga que se alejara de mí, si quería evitar problemas con su ciudadanía española. Un chantaje emocional, burdo y mezquino.
Graduarme en esas condiciones fue una hazaña. Intentaron sabotearme por todos los medios: presionaron para que mi tesis fuera calificada con un 4, como castigo político, como forma de deslegitimar mi trabajo y humillarme. Pero les salió mal. Me gradué con un 5. Y no solo eso: meses después querían presentar mi tesis en un evento académico porque era “innovadora”. Qué cinismo.
Uno no empieza radicalizado. El sistema te empuja. Te empuja cuando amenaza a tu familia, cuando aísla a tus amigos, cuando te hace sentir que caminar con la frente en alto tiene un precio.
Hoy, seis años después, siento orgullo. Porque ya no es una sola estudiante defendiendo una causa justa. Hoy son facultades enteras las que protestan. Hoy es una generación que ha dicho basta. Y aunque me duele ver que la Facultad de Comunicación no se ha sumado al paro universitario, no me sorprende.
Conozco de primera mano el nivel de adoctrinamiento que ahí se respira. Vi desfilar a Díaz-Canel por sus pasillos, tomado de la mano del decano. Vi cómo su sucesora fue elogiada recientemente en el perfil oficial del “presidente”. Todo está podrido. Todo está pactado.
A las, y los, estudiantes de hoy, mi consejo es claro: manténganse firmes, fuertes y unidos. No se dejen quebrar. No tengan miedo. Que los profesores se sumen, que dejen de mirar hacia otro lado. Esta lucha no es solo por el precio del Internet. Es por la dignidad. Es por el derecho a disentir. Es por el futuro. ES POR LA LIBERTAD