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Críticas y fanatismos: lo que duele es la desunión

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Por Manuel viera ()

La Habana.- Aunque me resulte increíble, he visto a muchos criticar a José Daniel Ferrer por estos días. He visto algo de lo esperado: muchas burlas y memes desde los defensores del comunismo —que para mí es como el club de los brutos—, pues en cada burla, en cada meme, en cada crítica, no hacen más que reconocer que en Cuba hay prisioneros políticos, algo que sabe todo el planeta, pero que ellos insisten en negar.

Pero también he visto críticas desde el extremismo más rancio; desde el sector de los «libertadores de Cuba» se le ha criticado, se le ha juzgado, se le ha ofendido. Incluso, he visto críticas de personas que considero sensatas.

Es triste ver gente que no ha hecho más que hablar, dejarse vencer por la ceguera, por el fanatismo, por su afán de crear novelas todo el tiempo. Es triste ver que personas que emigraron sin hacer nada y se convirtieron en leones desde lejos critiquen a quien decide emigrar sin perder sus convicciones y sin abandonar las ideas que ha defendido dentro de Cuba.

A José Daniel, a la decisión tomada, todo mi apoyo y comprensión. A él y a su familia. Entiendo bien lo que es tener la maleta tras la puerta y vivir con la esperanza de que algo pase, de que algo cambie antes de tomar el avión.

Entiendo la tristeza de amar a tu patria y pensar que un día te tendrás que ir, porque nada cambia, muy a pesar del deseo de la inmensa mayoría.

Cuba es de todos

Y entiendo muy bien la sensación de sentirse solo; entiendo la desesperanza, la desilusión, el asco al inmovilismo, a la crítica destructiva, a la desunión. Entiendo esa extraña sensación de vivir estigmatizado, por más que sientas apoyo o te sepas portador de la razón.

Cuba no es de un solo hombre. Cuba no es de José Daniel, ni de Luisma, ni de Lizandra, ni de Maykel; pero tampoco es de Raúl, o de Machado, o de Marrero, o de Canel, o de un pequeño partido que aglutina a apenas un 5% de los cubanos.

Porque Cuba es de todos. De todos los que hemos nacido entre Maisí y el Cabo de San Antonio, sin importar dónde estemos.

Mientras no entendamos eso, mientras sigamos criticando para romper, mientras no respetemos a los hombres y mujeres de esta tierra, mientras no nos curemos de fanatismo, seguiremos viendo gente partir, sacando maletas de esas que llevan años hechas detrás de la puerta, y seguiremos viviendo con el corazón roto.

¡Lo tengo roto yo aquí adentro, y lo tienes roto tú allá afuera!

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