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Crítica al discurso del viceministro: bloqueo vs. gestión interna

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Por Manuel Viera ()

La Habana.- Hace días, el viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, afirmó con sarcasmo en Mesa Redonda«En Cuba hay muchos ‘preparados’ que niegan que el bloqueo sea el responsable de la situación económica».

Señor Fernández: reconocer que el embargo afecta no equivale a aceptarlo como causa principal de la crisis. Usted citó la Ley Helms-Burton, pero omitió que desde 2001 se permiten ventas de alimentos, medicinas y productos agrícolas a Cuba. Solo en este rubro, la isla ha pagado más de 7 mil millones de dólares.

El embargo actual parece un queso gruyère: permite exportar autos, bienes diversos, recargas telefónicas y transferencias. Tampoco mencionó las agencias de paquetería que operan con aval estatal, un negocio floreciente a ambos lados del mar.

Silencio sobre las expropiaciones

No habló de las confiscaciones masivas, origen del conflicto. Todo lo expropiado se arruinó y hoy no genera valor. Tampoco criticó la pésima planificación económica: miles de millones malgastados en turismo, mientras agricultura e industria colapsaban. Ahora, esa infraestructura hotelera yace vacía, consumiendo recursos en mantenimiento.

Deudas y aislamiento

Olvidó mencionar la destrucción de la industria azucarera o las deudas impagas que ahuyentan a inversores. Cuba no es el único país con sanciones, pero sí el único que en 65 años no ha logrado adaptarse. El embargo no impide comprar ambulancias, pero sí llegan autos de lujo para la élite.

Errores propios, no bloqueo

El viceministro ignoró:

  • La dualidad monetaria y el caos cambiario.
  • Las trabas burocráticas que espantan capital extranjero.
  • El costo de mantener 200 sedes diplomáticas globales sin retorno económico palpable.

Conclusión

Señor Fernández: el embargo dificulta, pero no explica 66 años de fracaso. La miseria cubana es resultado de expropiaciones, terquedad ideológica, mala inversión y resistencia al cambio. Su retórica es hábil, pero no convence a quienes ven hoteles vacíos y campos infestados de marabú. Mis respetos, pero no comparto su relato.

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