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CRISTÓBAL COLÓN USO UN ECLIPE SOLAR PARA ASOMBRAR A NATIVOS DEL CARIBE

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Tomado de MUY Interesante

Cristobal Colón usó el conocimiento sobre astronomía de su época para predecir un eclipse lunar con el que consiguió convencer a los nativos de Jamaica de que siguieran ayudando y alimentando a su tripulación, pero ¿cómo lo hizo?

Madrid.- En la complejidad de la danza cósmica que trazan los cuerpos del sistema solar alrededor de la estrella central, o alrededor de cada planeta, existe un orden. Este orden surge de las leyes matemáticas que describen esa danza, que dictan su ritmo. Pero mucho antes de entender el por qué, ya conocíamos el compás que seguían. A nadie sorprenderá saber que la humanidad supo cuánto duran los días y los años mucho antes de entender que el origen de estos movimientos estaba en la fuerza de la gravedad. Antes incluso de que naciera Isaac Newton ya se había calculado la duración de un año con una precisión de segundos.

El calendario gregoriano, el que utilizamos a día de hoy, se adoptó por primera vez en 1582 en todos los territorios bajo los dominios del Imperio Español y de Portugal. Este calendario tomaba la duración de un año como 365 días, 5 horas, 49 minutos y 16 segundos. Esto sin conocer la Ley de la Gravitación Universal, que sería propuesta por Newton algo más de un siglo más tarde. Lo que sí tenían eran observaciones minuciosas de la posición del Sol en el cielo, que les permitía medir cuándo la Tierra y el Sol volvían a la misma posición relativa de un año atrás. De la misma forma, los antiguos pudieron darse cuenta de que había una cierta regularidad en la posición relativa entre la Luna y la Tierra. Se dieron cuenta concretamente de que cada 223 ciclos lunares, la posición de la Luna en el cielo se repetía. Esta cantidad equivale a aproximadamente 18 años, 11 días y 8 horas.

Recreación posterior del momento del eclipse lunar

Camille Flammarion, 1879 | Recreación posterior del momento del eclipse lunar

Puesto que los eclipses suceden por la posición concreta de la Luna con respecto a la Tierra y el Sol, ya sea porque se sitúa exactamente entre estrella y planeta o porque se oculta tras el planeta, dedujeron que los eclipses se repetirían con esta periodicidad. Esto es lo que se conoce como un ciclo de saros. El registro más antiguo de esta periodicidad se encontró en el actual Irak, donde ya se conocía antes de Cristo. Con este conocimiento se crearon incontables tablas astronómicas a lo largo de los siglos, que iban perfeccionándose con cada nuevo eclipse registrado.

Con todo, llegamos al momento en que Cristóbal Colón utilizó este conocimiento, transmitido durante generaciones, para asombrar, asustar y aprovecharse de los nativos de la isla de Jamaica. A finales de junio del año 1503, durante el cuarto de sus viajes a América, Colón encalló sus barcos en Jamaica. Los nativos de la isla trataron a Colón y a su tripulación con hospitalidad, alimentándolos durante alrededor de seis meses, hasta que los europeos dejaron de tener mercancías con las que negociar. Al parecer, Cristobal Colón tenía entre sus pertenencias el almanaque de Abraham Zacuto, un astrónomo, matemática e historiador castellano, en el que predecía los eclipses desde el año 1475 hasta el 1506. Consultando dicho almanaque, Colón debió darse cuenta de que se aproximaba un eclipse lunar que podría ser visible desde donde se encontraban.

Este eclipse ocurriría al atardecer del 29 de febrero de 1504, según la fecha en esa región del mundo y sería visible ya empezado marzo en Europa, África y el extremo occidental de Asia. Según contaban en registros posteriores, Colón solicitó una audiencia con el cacique nativo y argumentó que Dios estaba muy enfadado con su pueblo por el trato que le estaban dando a Colón y a su tripulación. Para hacer evidente su enfado, Dios daría una señal clara, haciendo a la Luna saliente arder de ira.

Eclipse Lunar Colon

Wikimedia Commons | Recreación de la porción de la Tierra desde donde fue visible el eclipse y la trayectoria de la Luna dentro de la sombra terrestre

Cuando la Luna se alzó tras el horizonte y se tornó roja, como ocurre durante cada eclipse lunar total por la refracción de la luz solar en la atmósfera terrestre, los nativos jamaicanos quedaron impresionados y aterrados. Para aplacar la ira de Dios, volvieron a llevar provisiones a la tripulación europea, pidiendo que Colón intercediera para que Dios no descargara su furia sobre ellos. Colón, al parecer, se retiró a su cabina en la caravela encallada y volvió a salir poco antes del final del eclipse, diciendo que había hablado con Dios y que éste les perdonaría, devolviendo a la Luna a su estado original.

Por supuesto Cristobal Colón, Abraham Zacuto ni nadie más de la época entendían exactamente qué mecanismo provocaba los eclipses lunares. En aquél momento el modelo cosmológico imperante era el de Ptolomeo, por el cual la Tierra ocupa el centro de todo el universo conocido y el Sol, la Luna y el resto de planetas y objetos de la bóveda celeste giran entorno a ella. Por supuesto tampoco entendían que el tono rojizo que adquiere la Luna durante un eclipse lunar total procede del mismo mecanismo que da al cielo sus colores característicos durante la puesta y la salida del Sol.

Más allá de la cuestionable moralidad de estas acciones, esta anécdota nos permite ver cómo el conocimiento científico nos ha permitido entender y predecir los comportamientos de la naturaleza, incluso antes de que nadie considerara esto como “ciencia”.

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