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Por Max Astudillo ()
La Habana.- Alejandro Cuervo es ese tipo de hombre que demuestra que en Cuba no hace falta talento, solo saber sonreír a tiempo y callar a destiempo. No es un actor memorable, pero sí un alumno aventajado del régimen: entendió que aquí el éxito no se mide en ovaciones, sino en silencios cómplices.
Mientras otros artistas se jugaban la piel por un país libre, él prefirió el papel del buen ciudadano: el que nunca protesta, pero siempre aparece en la foto con los poderosos. Un carisma bien domesticado, como esos perros de exposición que ladran solo cuando conviene.
Dicen que es un emprendedor, pero en Cuba nadie monta un negocio sin pagar peaje al sistema. Su charcutería y los juguetes de lujo de su esposa no son fruto del mérito, sino de la astucia del que sabe navegar entre las grietas de la dictadura sin hacer olas.
Mientras Luis Manuel Otero Alcántara se pudría en una celda y Tania Bruguera comía mierda en el exilio, Cuervo vendía embutidos y sonrisas. No es un héroe, claro, pero tampoco un villano: es simplemente el tipo que prefirió el confort a la conciencia.
Sus defensores argumentan que «hay que pensar en la familia». Como si el resto de los cubanos no tuviéramos hijos, padres o hermanos que alimentar. La diferencia es que algunos elegimos el pan con dignidad, y otros, como Cuervo, el pan a cambio de dignidad. No es supervivencia, es complicidad edulcorada.
Él no está «sobreviviendo al sistema», está prosperando gracias al sistema. Y eso, por mucho que lo disfracen de pragmatismo, huele a oportunismo barato.
Lo peor no es su silencio, sino cómo lo han convertido en virtud. En Cuba se admira al que «no se mete en líos» como si fuera un sabio, cuando en realidad es solo un cobarde con buena prensa. Cuervo no es un monstruo, pero sí el síntoma perfecto de una sociedad enferma: la que premia a los sumisos y castiga a los valientes. Mientras los artistas críticos eran borrados, él seguía actuando… en el único papel que le importaba al régimen: el del buen ciudadano.
Al final, cría cuervos y te sacarán los ojos, pero también te venderán embutidos mientras lo hacen. Cuba está llena de Cuervos: gente que aprendió que aquí se puede vivir bien, siempre que renuncies a vivir con orgullo. Y eso, por mucho que lo pinten de emprendimiento o carisma, no es más que otra forma de rendición.