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Por Sergio Barbán Cardero ()
Miami.- No es conspiranoico ni exageración afirmar que Xi Jinping lidera un proyecto ambicioso, autoritario y cuidadosamente planificado a escala global. Esto resulta especialmente peligroso viniendo de un hombre que eliminó los límites de mandato. Se aseguró una permanencia indefinida en el poder, convirtiéndose de facto en presidente vitalicio de una potencia como China.
Xi ha transformado profundamente el liderazgo del país, concentrando en sus manos un poder que no se veía desde la época de Mao Zedong. Bajo su mandato, China no solo ha fortalecido su economía y modernizado su ejército. También ha desplegado una estrategia global con el objetivo declarado de convertirse en la primera potencia mundial. Pero este ascenso viene acompañado de un modelo político autoritario que representa una amenaza directa a los valores democráticos y al orden internacional liberal.
En el ámbito interno, Xi Jinping ha desmantelado muchos de los mecanismos que limitaban el poder personal. Las campañas anticorrupción han servido, en muchos casos, como instrumento para purgar rivales dentro del Partido Comunista. El resultado es un régimen aún más centralizado, intolerante a la disidencia y apoyado en un aparato de vigilancia sin precedentes.
La represión ha adquirido formas tecnológicamente sofisticadas: censura masiva en internet, vigilancia mediante inteligencia artificial, encarcelamiento o silenciamiento de voces críticas, y persecución de minorías étnicas como los uigures.
Este sistema, que combina tecnología de punta con autoritarismo ideológico, ha sido acertadamente descrito como una “dictadura digital”.
En la escena internacional, Xi impulsa una política exterior agresiva pero meticulosamente calculada. Busca debilitar el orden liberal basado en reglas. Su objetivo es sustituirlo por un sistema en el que la soberanía estatal prevalezca, incluso sobre los derechos humanos fundamentales.
Las inversiones chinas en el extranjero, a menudo presentadas como alianzas de beneficio mutuo, han generado dependencia económica en numerosos países. Esto reduce su margen de soberanía.
Todo esto se articula bajo el lema del “sueño chino”, una visión nacionalista que aspira a restaurar la grandeza histórica del país de cara al centenario de la República Popular en 2049. Sin embargo, detrás de ese sueño se perfila una pesadilla potencial. Esta es la consolidación de un régimen que no solo somete a su propio pueblo, sino que también amenaza con exportar su modelo autoritario. Así, altera de forma peligrosa el equilibrio geopolítico global.
En cuanto al COVID-19, aunque no existen pruebas concluyentes que respalden la tesis de que el régimen chino haya creado deliberadamente el virus con fines geopolíticos, es legítimo cuestionar su manejo inicial de la crisis.
La hipótesis de un origen zoonótico es la más respaldada por la comunidad científica. No obstante, la posibilidad de una filtración accidental desde un laboratorio en Wuhan no ha sido descartada.
Lo que sí está documentado es la actitud opaca del gobierno chino: censura de profesionales médicos, ocultamiento de datos críticos y demoras injustificadas en permitir investigaciones independientes.
Posteriormente, China aprovechó su recuperación temprana y capacidad de respuesta sanitaria para proyectar una imagen de liderazgo global. Incrementó su influencia en varios países mediante el suministro de ayuda médica y vacunas.
Esta combinación de control informativo, manipulación narrativa y aprovechamiento diplomático de la crisis ha generado una desconfianza internacional comprensible.
NOTA: Les dejo el link de: “La China de Xi Jinping” DW Documental. Es un documental largo, con un tiempo de duración de 1:30h aproximadamente. Se los recomiendo. Enlace: (https://youtu.be/rOAt6Xt9vlI)