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Con el dedo en la llaga: el ICE

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Por Luis Alberto Ramirez.

Poner el dedo en la llaga de un fenómeno que muchos están notando, pero pocos analizan con frialdad: el aparente caos o falta de coherencia en las acciones de ICE no es algo nuevo, pero sí es ahora mucho más visible, más polémico y más usado como arma política.

Es válido preguntarse si esta exposición mediática responde a una política deliberada o simplemente al desorden interno de la agencia. Podría tratarse de varias cosas a la vez: Una desorganización real dentro del ICE, producto de políticas migratorias cambiantes, falta de directrices claras o incluso divisiones internas que dificultan una aplicación uniforme de la ley.

También de una estrategia política para dañar la imagen de la administración: es posible también que dentro del propio sistema haya funcionarios o grupos interesados en mostrar lo peor de las políticas actuales para presionar por cambios o debilitar al liderazgo en turno.

O una especie de adulación presidencial, en la que ciertas acciones se endurecen o se hacen públicas para mostrar que se está «cumpliendo» con una promesa de mano dura, aún si eso contradice la lógica, la humanidad o el sentido común.

El rol de la prensa, que no puede subestimarse

En efecto, los medios, especialmente los más inclinados ideológicamente, tienden a magnificar los casos más absurdos, dolorosos o contradictorios. Eso genera indignación pública y pone en jaque a las instituciones, aunque esas mismas prácticas hayan existido en gobiernos anteriores, quizás peores, sin tanto escándalo.

Lo cierto es que el sistema migratorio de EE.UU., incluyendo el accionar del ICE, necesita no solo más transparencia, sino también coherencia y sentido humanitario.

El problema no es que se cumpla la ley, sino cómo y con qué criterio se aplica. Y cuando eso parece arbitrario, selectivo o cruel, es normal que la ciudadanía, se sienta decepcionada, confundida y hasta manipulada por unos y otros.

El problema no es solo ICE, ni solo la prensa, ni solo el presidente. Es un sistema profundamente politizado donde las víctimas, al final, la mayoría son personas que quieren lo mejor para ellos y los seres que aman.

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