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Por Daniel Martínez Rodríguez ()

Hace un buen tiempo dejé de pedalear hasta las nubes o construir veleros invencibles con ramas rotas. En mi mente todo lo bello y humano era po­sible. Hoy le plantearé una idea que se me antoja como un temor, casi como un grito. Tiene un filo que hiere de muerte al más compasivo espíritu: El maltrato y ninguneo que recibe una parte de nuestros ancianos.

A diario, si usted no vive en Marte y es de los que caminan y enfrenta la calle recibiendo el im­pacto de problemas y angustias, apreciará actitu­des de aislamiento e irrespeto hacia su individua­lidad y aspiraciones.

También comprobará que en muchos casos sus ideas, criterios y evaluaciones no son tomadas por válidas, sin duda se les cosifica. En la actualidad a la par que se privilegia el papel y la importancia que debe jugar la juventud; comienza a apreciar­se que de cierta manera se relega a un grupo que por compromiso y necesidad sostiene, o al menos lo intenta, algunas de las bases que soportan a la nación.

Es indudable que este triste fenómeno es mul­tifactorial y que el deterioro económico y moral en él cabalgan a placer. Actualmente no pocos ven a los ancianos como una carga, que cada vez pesa más por su desgaste físico y mental. Una visión egoísta e individualista incapaz de sopesar todo lo que se ha recibido de esas personas en crianza, educación y mucho más.

El ninguneo a los ancianos

En diversas culturas la ancianidad se dignifi­ca y reverencia. Sus vivencias, experiencia y sabi­duría pueden encauzar mejor el futuro, pues son memoria viva y resguardo de una superior identi­dad. Sin olvidar que son un eslabón vital a la hora de lograr más cohesión social y familiar.

En Cuba se promovían desde muy temprana infancia pautas de comportamiento moral y cívi­co, que resaltaban el papel fundamental afectivo y de guía de las personas mayores.

Lastimosamente ya no es igual. Solo basta caminar las calles y mirar de frente y sin mie­do la realidad. Sus rostros y gestos cuando en algún proceso de compra, burocrático o médi­co, e incluso en el trato personal, chocan con la desconsideración, el maltrato y el ninguneo, expresan una frase dura, cruel y real: como me ves te verás. (Tomado de Trabajadores)

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