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Claves militares que diferencian el despliegue en Venezuela de una invasión real, según el caso de Panamá

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Por Albert Fonse ()

Es fácil y emocionante comparar lo que está sucediendo con el despliegue militar de Estados Unidos ahora frente a las aguas de Venezuela con la invasión a Panamá en 1989. Existen similitudes llamativas entre ambos episodios, como las acusaciones por narcotráfico, las recompensas millonarias y el desconocimiento del gobernante en el poder.

Noriega entonces y Maduro ahora comparten ese marco. Sin embargo, aquí el interés es analizar de forma neutral únicamente los movimientos militares que se realizaron antes de la invasión a Panamá. Esto servirá como referencia sobre lo que significa realmente ir en serio.

En el caso panameño, Estados Unidos ya tenía una presencia militar significativa. Había alrededor de 12 mil soldados estacionados en la Zona del Canal de manera permanente debido a los tratados vigentes.

En mayo de 1989, tras la crisis electoral, se desplegaron 1 900 efectivos adicionales bajo la operación Nimrod Dancer. Esto marcó el inicio visible del buildup. En los meses siguientes se realizaron ejercicios constantes como Sand Flea y Purple Storm. Estos ejercicios implicaron aterrizajes de práctica de aviones de transporte C-130 y C-141, vuelos de helicópteros de asalto, y movimientos de convoyes blindados M113 y Humvees. También incluyeron patrullajes en las calles y despliegue de infantería en zonas clave.

Alarde de poderío

Estas maniobras servían tanto para presionar psicológicamente como para familiarizar a las tropas con el terreno.

A medida que se acercaba diciembre, la acumulación de efectivos se hizo evidente. Además de los refuerzos, Estados Unidos tenía listos en Panamá aproximadamente 24 000 soldados antes de la operación. Se sumó una fuerza aérea de unos 300 aparatos entre cazas F-16, cazabombarderos A-7, helicópteros de ataque AH-64 Apache, y helicópteros de transporte UH-60 Black Hawk y CH-47 Chinook. Esto incluyó la participación de unidades especiales como los Rangers, la 82.ª División Aerotransportada, los Navy SEALs y Delta Force.

Cuando finalmente se lanzó la invasión en la madrugada del 20 de diciembre de 1989, llegaron 27 000 soldados adicionales. Esto, sumado a los ya presentes, elevó la cifra total a más de 40 000 efectivos con capacidad terrestre, aérea y naval para ocupar el país en menos de una semana.

El contraste con Venezuela en 2025 es evidente

Entre el 25 y el 27 de agosto se enviaron al Caribe entre siete y ocho buques de guerra. Estos incluían destructores, un submarino nuclear y un buque anfibio. No se han visto movimientos de tropas terrestres hacia países vecinos, acumulación de aviones de combate, ni ejercicios sostenidos en la región. El despliegue hasta ahora es estrictamente naval y ha durado apenas unos días, sin la magnitud ni la preparación logística que caracterizaron a Panamá.

La enseñanza que deja este paralelo es clara. Cuando Estados Unidos va en serio hacia una invasión, primero acumula decenas de miles de tropas durante meses. Luego instala bases adelantadas en países cercanos, refuerza la aviación estratégica y mantiene ejercicios permanentes. Esto muestra la capacidad real de entrar en combate.

Si en los próximos días no se observa un movimiento terrestre masivo alrededor de Venezuela, con bases, tropas estacionadas y logística de abastecimiento, el actual despliegue naval no será más que un gesto limitado. No tendrá capacidad de transformarse en invasión.

No sería la primera vez que Estados Unidos utiliza el poderío naval para proyectar fuerza sin atacar realmente. Frente a Corea del Norte en la última década desplegó portaaviones y bombarderos estratégicos como advertencia. También en el estrecho de Taiwán, ha enviado grupos de portaaviones para contener a China sin que pasara de la disuasión. En Siria en 2013, colocó destructores armados con misiles Tomahawk frente a la costa tras el uso de armas químicas, sin convertirlo en una invasión terrestre.

La historia demuestra que el movimiento de barcos por sí solo no basta para hablar de guerra inminente. Muchas veces se trata únicamente de presión y teatro estratégico.

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