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Clarias del oficialismo cubano defendiendo lo indefendible

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Por Luis Alberto Ramirez ()

Miami.- Las llamadas clarias del oficialismo cubano, funcionarios del aparato cultural, voceros del sistema y figuras públicas estrechamente vinculadas a la política “revolucionaria”, han vuelto a desplegar su habitual reflejo de sumisión: firmar lo que les pongan delante y ladrar contra quien señale los males del sistema.

Esta vez, lo han hecho mediante una carta titulada «En torno a los mensajes de los odiadores sobre el Ministerio de Cultura cubano», un texto que pretende salir en defensa del MINCULT en medio de fuertes denuncias de corrupción.

En redes sociales, y especialmente desde plataformas independientes, se ha señalado que el Ministerio de Cultura estaría en el centro de un esquema de corrupción que salpicaría incluso a Lis Cuesta, esposa de Miguel Díaz-Canel. El sitio web La Tijera asegura que los implicados forman parte de la nomenclatura nacional, y que han reaccionado como bestias acorraladas, defendiendo no principios ni ética, sino sus propios privilegios.

Entre los defensores más ruidosos destacan: Magda Resik Aguirre, periodista oficialista y miembro del Comité Central del PCC, siempre lista para atacar a cualquiera que cuestione al poder. Michel Torres Corona, guionista y conductor del programa de difamación Con filo, quien ha hecho carrera en desacreditar, insultar y criminalizar a todo pensamiento independiente. Abel Prieto Jiménez, expresidente del MINCULT y actual presidente de Casa de las Américas, cuyo nombre aparece cada vez que se trata de justificar o encubrir los excesos culturales del régimen. Lillitsy Hernández Oliva, viceministra del propio MINCULT, cuya presencia en la lista de firmantes es casi una declaración involuntaria: quien tiene algo que perder, se defiende.

El coro obediente de los intelectuales oficialistas

A ellos se suman varios premios nacionales y funcionarios enquistados por décadas en el aparato cultural, figuras que han demostrado una y otra vez que su lealtad está con el sistema, no con la cultura cubana.

Esta defensa cerrada del MINCULT no sorprende. En la Cuba actual, la “intelectualidad” oficial funciona como un coro obediente, más preocupado por no perder prebendas que por denunciar las miserias éticas que corroen al país. Lo que sí sorprende o indigna, según se mire, es que quienes hoy cierran filas para proteger a los supuestos corruptos no enfrenten ni una fracción del escrutinio que se aplica a funcionarios como Alejandro Gil, juzgado en estos días bajo un proceso que muchos consideran amañado.

Desde mi punto de vista, todos estos firmantes deberían estar sentados en el mismo banquillo. Porque si algo ha quedado demostrado en Cuba es que el aparato cultural, el aparato político y el aparato represivo funcionan como un único organismo. Y cuando uno cae, los demás corren a salvarlo, no por justicia, sino por miedo a que la tierra tiemble bajo sus propios pies.

En lugar de cartas indignadas, tal vez deberían explicar cómo un ministerio supuestamente dedicado a promover la cultura se ha convertido en un pozo negro de favoritismos, nepotismo y corrupción. O mejor aún: enfrentar un juicio verdadero, independiente y público, como debería ocurrir en cualquier país donde la justicia no sea un apéndice del poder.

Pero en Cuba, ese escenario aún es un sueño lejano. Mientras tanto, las “clarias” siguen nadando en aguas turbias, defendiendo lo indefendible, siempre con la cabeza agachada ante su amo político.

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