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París.- Desde una diadema utilizada «casi todos los días» por la emperatriz Eugenia hasta la imposibilidad de vender estas piezas en su estado. Cinco cosas esenciales sobre las joyas históricas «inestimables» robadas el domingo en una espectacular operación en el museo del Louvre, en París.
Las piezas robadas atravesaron dos siglos de historia y fueron propiedad de importantes soberanas e emperatrices de Francia.
La diadema de perlas de Eugenia fue realizada por el famoso joyero Alexandre-Gabriel Lemonnier poco después de la boda de la emperatriz de origen española con Napoleón III, en 1853, al igual que su corona, también robada pero abandonada por los ladrones durante su huida. (madre de Napoleón III).
Según Vincent Meylan, historiador especializado en joyería, la reina Hortensia heredó este conjunto de su madre, la emperatriz Josefina, primera esposa de Napoleón I.
Algunos especialistas afirman también que podría proceder de la reina María Antonieta.
«Realmente forma parte de la historia de Francia», insiste Meylan.
El collar y los pendientes de esmeraldas fueron un regalo de boda de Napoleón I a su segunda esposa, la emperatriz María Luisa, realizaciones por su joyero oficial, François-Régnault Nitot.
Además de por sus prestigiosos dueños, estas joyas tenían todo el derecho a estar en el museo, ya que son «obras artísticas excepcionales», opina Didier Rykner, director de la redacción de la página web La Tribune de l’Art.
Realizadas por los grandes joyeros de la época, como Nitot, Lemonnier o Paul-Alfred Bapst, estas joyas combinan diamantes, perlas y piedras preciosas para crear composiciones espectaculares.
El broche conocido como «relicario» de la emperatriz Eugenia, montado en 1855 por Bapst, se compone de 94 diamantes, entre los que destaca una roseta de siete diamantes alrededor de un solitario central, con dos diamantes en forma de corazón legados por el cardenal Mazarin a Luis XIV.
La tiara que también perteneció a la emperatriz de origen española cuenta con casi 2.000 diamantes y más de 200 perlas.
El collar de zafiros está compuesto por ocho piedras preciosas de color azul noche y 631 diamantes, y el collar de esmeraldas tiene 32 esmeraldas y 1.138 diamantes, según indica el Louvre en su página web.
A pesar de su antigüedad, la mayoría de estas joyas llegaron al Louvre en las últimas décadas.
De las ocho piezas robadas, siete se adquirieron desde 1985, incluidas dos que se vendieron en la subasta de las joyas de la corona de 1887.
El conjunto de esmeraldas se adquirió en 2004 gracias al fondo del Patrimonio ya la Sociedad de Amigos del Louvre.
El collar de zafiros de María Amelia se adquirió en 1985, y la diadema de la emperatriz Eugenia y su gran broche pasaron a ser propiedad del museo en 1992 y 2008.
Son joyas de un «valor patrimonial inestimable», según el Ministerio de Cultura. «Son inestimables desde el punto de vista patrimonial. Sin embargo, su precio es perfectamente estimable», advierte Rykner.
Recientemente adquiridos por la pinacoteca, su precio está totalmente documentado.
«El término adecuado es invendibles», precisa Meylan. De hecho, revender estas joyas catalogadas y perfectamente identificadas en su estado actual es imposible, precisa.
En este contexto, los expertos alertan sobre el riesgo de despiece de estas obras históricas, cuyas piedras y perlas podrían ser desmontadas y reutilizadas para fabricar otras joyas, coincide Pierre Branda. (AFP)