
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Jorge Sotero ()
La Habana.- Alguien que trabaja cercano a la cúpula me acaba de comentar que Díaz-Canel se alegró cuando se enteró del apagón en España, Portugal, Andorra y parte de Francia. Y me cuenta que dijo que es bueno que le ocurran cosas así para que sepan lo que es sufrir los apagones.
Y dicen que después, mientras hablaba con un diplomático, le comentó orgulloso que esas cosas que pasan en Europa cuando hay un corte general de electricidad, no suceden en Cuba. Y lo dijo, aseguran, con una mezcla de orgullo tremendo, como quien se considera un experto en ciertos temas en los que otros apenas se pueden manejar.
No entiende el obnubilado presidente de Cuba que las calles y carreteras de España se hubieran bloqueados y que muchas personas necesitaran hasta seis horas para regresar a casa. O para pasar por la escuela a recoger a sus hijos.
Eso en Cuba no pasa, diría el anormal que tiene Cuba como primer mandatario. Y siempre habrá alguno acá que se lo crea. Sobre todo esos que olvidan que en cualquier municipio español hay más vehículos que en toda Cuba.
Si en Madrid, Barcelona, Sevilla o Valencia, por solo mencionar algunas de las principales urbes españolas, dejan de funcionar los semáforos, se producen atascos. En Cuba pueden dejar de funcionar ya, si, total, no hay autos, ni ómnibus, ni nada.
En España sufrieron los aeropuertos, las terminales de trenes y las empresas que operan el ferrocarril. Incluso el Metro. Y las pérdidas tienen que haber sido de miles de millones, pero siempre aparecen soluciones, con prioridad, ante todo, para la atención a las personas.
A diferencia de la terminal de La Coubre, ese sitio de La Habana que siempre está lleno de personas, tirados en el suelo, esperando que un transporte católico -por esos que pasan cuando Dios quiere- los lleve a algún lugar del oriente, en España las compañías encargadas garantizaron comida y catres para las personas en esa situación. Al menos así fue en Sevilla, me cuenta un amigo que esperaba un tren para ir a Vigo.
Comida y catres, me cuenta una amiga, que me mantuvo al tanto de todo con audios constantes, en los que me explicó con lujo de detalles cómo funcionó todo. Y eso que hubo serios problemas con internet e incapacidad para orientar a la población, porque solo funcionaba la radio y ya las personas no tienen receptores.
Me contó Margaret, que así se llama mi amiga, que las personas vaciaron los mercados de los productos enlatados y de pan, algo que en Cuba no pasa, porque no hay ni pan ni enlatados. Y si acaso, se encuentra rones, encurtidos y algún detergente en las tiendas.
La familia española la pasó mal, porque el corte eléctrico tumbó internet, y los padres no tenían contacto con los hijos en las escuelas, muchos de ellos pequeños. Es lo que pasa por no tener cultura de apagón, y por no tener tampoco teléfonos fijos. Los teléfonos fijos, por cierto, son una especie endémica de Cuba, que debe ser ahora mismo el único país del mundo que los utiliza.
En España, según datos del gobierno, más del 60 por ciento de las personas cocina con vitrocerámica (para los cubanos, una especie de hornilla eléctrica, similar a las de inducción, con cubierta de cristal y cerámica debajo) y como no había corriente, no podían cocinar.
Entonces, los españoles -y los emigrados- se fueron a las ferreterías y a las tiendas de los chinos y compraron hornillas de gas. En España, como en todos los países del mundo, hay hornillas de gas en venta liberada, con bombonas de 100 libras, de 50, de 20, 10, cinco, dos y una libra.
Nada, que los chinos que venden esas cosas se pusieron las botas en la Madre Patria. Y los españoles, que no están preparados para apagones generales, porque casi nunca ocurren, encontraron comida en los mercados, y también las camping gas, como se les llama a esas hornillas, porque su fin es que las personas las tengan solo para los días de campo.
En la tierra nuestra, cuando se va la corriente, no hay opciones. La mayoría de las personas no tiene nunca qué cocinar, incluso cuando hay electricidad. Pero si esta se va, algo que ocurre a diario, la inmensa mayoría de la población no tiene gas. Solo hay gas de la calle en algunos municipios de la capital cubana y en reductos de Santiago de Cuba.
Luego, una pequeña parte de la población, tiene cuotas con balas, que solo se pueden comprar cuando ocurre un milagro. Y como no hay queroseno, ni alcohol para reverberos, ni ninguna otra cosa para la cocción de los alimentos, no queda más opción que apelar al carbón.
El carbón en España y en todo el mundo es un lujo. Es una opción para darse asar la carne un día y que quede con ese gusto y ese olor que le da el carbón. No una obligación cara, como en Cuba, donde, además, la gente tiene que cocinar con leña, incluso en edificios multifamiliares.
Por cierto, en lo mercados españoles hubo leche, papel sanitario, vino, cervezas, cereales, y los hospitales echaron a andar sus equipos de generación y la vida siguió. Que fue un golpe duro está claro, pero los españoles, ni el resto de los europeos sabe lo que es un apagón de verdad,
Allí se va la corriente y se cae internet, las calles se abarrotan y poco más. En Cuba, cuando se cayó la red eléctrica, o cuando lo tumbaron, ya lo demás estaba caído. Todo se cae en Cuba menos el diabólico régimen que somete al pueblo a la más atroz de las miserias.
Por cierto, de eso no habla Díaz-Canel, porque para él todo es resistencia creativa. ¡Cretino!