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Por Ulises Aquino Guerra ()

La Habana.- Cuando el pueblo se encuentra en este calamitoso estado de supervivencia, se impone la austeridad. Y también el raciocinio y el sentido común para que la indignación se contenga.

Sería de obligado cumplimiento adelgazar y ponerse en el lugar de los que sufren, no por gordos, sino por vergüenza ajena y sentido patriótico. Se impone mostrarse austeros y practicar lo mismo que se nos exige.

Nunca hemos vivido situaciones similares a las que estamos viviendo, ni siquiera en el otro período terrible. El hambre y la desesperación se apoderan de la gente. Los sentimientos de abandono y de dolor ante la falta de alimentos, de electricidad, de higiene, de medicamentos son evidencias claras de la multicrisis que agobia al pueblo de Cuba.

Por ello es imprescindible que entiendan que los lujos expuestos, los viajes, los grandes eventos se convierten en bofetadas hacia los que sufren. Abstenerse de todo eso sería la prueba de respeto por los cubanos.

Existen muchas maneras hoy para no lastimar el orgullo y el honor de los cubanos, sin recurrir a los inmensos gastos que laceran a los que literalmente padecen de todo tipo de carencias. La vergüenza nacional se construye sobre la base de cumplir con lo que se le exige a los demás.

No más promesas que de antemano se sabe que serán incumplidas. Toca el «haraquiri»; corresponde con austeridad y vergüenza que nos expliquen todo lo que tenemos que cambiar para no perder lo poco que nos va quedando. Para que la ilusión regrese a los hogares cubanos. Para que no sea abandonar la Patria el último recurso de los cubanos.

Sean conscientes y hablemos de hoy, para después poder hablar de un mañana.

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