Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Comparte esta noticia

Por Renay Chinea ()

Barcelona.- Mi madre vivía en una casa de guano, con sus muchos hermanos y sus padres, en un recodo cualquiera del río La Bija, en Malezas, un paraje a día de hoy, difícil de encontrar en un mapa. Había cerca de allí —dijo Camilo Venegas Yero— una estación de ferrocarril, un techo de zinc, un árbol y un brujo.

Tendría siete u ocho años, cuando una noche de truenos y lluvia cerrada, una mano insolente tocó a su puerta. Su padre, mi abuelo… machete en mano, llamó a sus hijos varones para que se pusieran en alerta y abrió la puerta ante una voz que se presentaba, asegurándose de que el viento no le apagara la lámpara Chismosa.

La escena, nos la contó mi madre mil veces: dos hombres: uno bajo y colorao, paciente y firme bajo una capa… y más atrás, un rostro cobrizo y de escasas palabras, se afantasmaba entre la lluvia y la noche.

—¡Soy Polo Vélez, y tenemos prisa…! —dijo el primero. ¡No voy a hacerles daño! Tengo la Guardia encima. ¡Necesito una bestia…!

Mi abuelo, atribulado como hacía todo el mundo ante aquel personaje, intentó responder algo y se trabó.

—Tenemos una yegua, pero está recién parida… —dijo mi abuela, resuelta.

El agua en la canal ensordecía el diálogo.

—¿Dónde está? —dijo la voz con firmeza.

—¡Acá a la vuelta!

—¿Y el potrillo?

Mi madre escuchó un disparo, y cuatro minutos después, el chapoleo de la bestia en el fango. A la mañana siguiente, amaneció el potrillo sobre un charco de sangre.

Mi abuelo, el padre de mi padre, muy ajeno a estas cosas… también sufrió un asalto en medio de la Cuba rural, donde había construido una joya de pequeña empresa.

La mano de la maldad tocó a su puerta a las 5 y pico de una madrugada, un día a principios de los años sesenta. El nuevo gobierno de los barbudos había venido a confiscarle todo.

Había llegado a Cuba en 1903. Fue extranjero. Ilegal. Fue canario y español en un país que hacía poco más de un año, había dejado, con sangre, de ser España.

Y lo logró: al paso del tiempo pudo hacerse una vida, hasta aquella madrugada en que llegaron los rebeldes de Fidel con sus barbas, su uniforme y armas largas, y unos papeles para que firmara.

En un plis-plas, y en el nombre del pueblo, le confiscaron la leche recién ordeñada que tenía en las cantinas, las vacas, los animales, la finca azucarera, los aperos y el dinero.

—¡Tanto nadar para morir en la orilla…! —dijo, y firmó. Era un anciano de 73 años.

Polo Vélez fue el último Robin Hood de los campos cubanos. El último benefactor que nos robó, antes de que comenzaran a robar los que nos “liberaron” de los ladrones.

Operaba por aquella zona entre Trinidad, Palmira y Cumanayagua. Despertaba, como los diagnósticos médicos, esa paradoja por la cual uno no quiere ni verlos, pero si los ves, que no sean tan malos.

Eran tiempos sin cámaras de fotos, en que la vida se retrataba en versos octosílabos:

“Era Polo algo risueño/
Bajito, medio trabao/
pelo rojizo encrespao/
brazo corto y pie pequeño/
entre el pómulo y el ceño/
se le ve con claridad/
en toda su gravedad/
un golpe después de sano/
y en un dedo de la mano/
le faltaba la mitad…
“Una mañana temprano/
un hombre falta le hacía/
y llegó a su compañía/
el famoso “Mexicano…”

Unos días después, se apareció un propio y preguntó por mi abuelo Vicente, padre de mi madre. Lo convocó bajo la mata de güira, y sin bajarse de los estribos, le puso entre las manos unos billetes enrollados.

—Este es por la yegua. —Aclaró. Y este otro es por el potrillo. Me ha mandado Polo. —Dijo y se fue.
El dinero pagaba con creces el valor de los dos animales.

—¿Y ahora? —preguntó mi abuela, una vez que los de verde olivo habían desaparecido con su seria advertencia y los papeles firmados.

Fue el día en que, por primera vez, alguien vio llorar al abuelo…

—Ya estoy viejo pa largarme —dijo, mientras pegaba un manotazo a una lágrima que le quemaba una mejilla, como si fuera una mosca.

Nunca, por ninguna razón, nadie le resarció lo robado. Y se cernieron como la lluvia, el hambre y la miseria sobre la isla de Cuba.

Deja un comentario