Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Comparte esta noticia

Por Manuel Viera ()

La Habana.- Me desperté temprano como cada día. Abrí la puerta y por la calle caminaba un señor mayor en disfraz de «deambulante», mientras cantaba en voz alta la Guantanamera, y hablaba de libertad para Cuba y citaba a Martí. Su disfraz incluía un pantalón verde olivo de esos que usaba papá.

¡Y soñé despierto! Al verlo fui filósofo y hasta me sentí inteligente por un instante. Era la imagen de esta Cuba que vivimos. La Cuba donde no se puede soñar porque ni siquiera se puede dormir. La Cuba de viejos tristes que se acaban. Aquella reflejada en los decepcionados y moribundos ojos de mi padre.

La Cuba de jóvenes que se van. El señor, su andar, su disfraz, las aceleradas neuronas de la mañana, cosas que invitan a pensar.

¿Qué es la Revolución cubana a 66 años de existencia? ¿Qué logros exhibe?

¿Y qué defiende un comunista, un socialista, un «revolucionario» cubano en 2025? ¿Por qué son revolucionarios?

Más interrogantes

¿Por qué insisten en la utopía irrealizable? ¿Y por qué insisten caprichosamente, como fanáticos enfermos, en seguir adelante con esa fábrica de pobres y miserables que solo consiguen justificar a 90 millas fomentando el cuento de la caperucita socialista y el lobo capitalista?

¿Para qué seguir adelante con algo de lo que huyen sus propios hijos? ¿Por qué seguir adelante con algo que injustificablemente ha fracasado y que se basó en promesas y engaños desde el comienzo? ¿Por qué insistir en el culto a hombres llenos de defectos y errores que nos llevaron a esto?

¿Hay motivos para declararse continuadores del absurdo mientras ven todo destruirse, derrumbarse, desaparecer a su alrededor? ¿Cómo pretender que el culpable de tanto absurdo se encuentra a casi 200 kilómetros de distancia? ¿De verdad creen en eso? Es muy rara la naturaleza humana.

Y ahí va el señor de más de 70 cantando la Guantanamera y citando al apóstol. Ahí va el señor acabado, decepcionado y sufrido a sus 70, metido dentro de su disfraz de mendigo, pidiendo a gritos cambios, pidiendo libertad en palabras del apóstol.

Así fue este amanecer. Otro amanecer de lágrimas y ronchas, de mochilas en el avión, de paredes pintadas y del caldero vacío que sonó. ¡Otro amanecer oscuro en el que no ha salido el sol!

Deja un comentario