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Por David Esteban Baró ()
La Habana.- El debut en Grandes Ligas del jardinero cubano Víctor Mesa Jr., seis años después de su firma como prospecto internacional, marca un hito personal, pero también simbólico.
Su dilatado estreno no solo representa la recalada al máximo nivel del béisbol, sino que reafirma la capacidad de la generación amateur cubana de las décadas de 1980 y 1990 —representada por su padre, Víctor Mesa, — para producir talento que puede brillar en el más exigente escenario deportivo.
Desde su salida de Cuba en 2018 junto a su hermano mayor, Víctor Víctor Mesa, el camino de Mesa Jr. ha estado marcado por la comparación inevitable con su padre, leyenda del béisbol cubano.
Víctor Mesa padre, con su eterno número 32 en la espalda, fue un jugador de cinco herramientas: velocidad, defensa, brazo, bateo de promedio y de poder.
Si bien nunca pudo jugar en MLB por variopintas razones, fue un pelotero que claramente tenía calidad para hacerlo.
Por su parte, sus hijos, han tenido que desarrollarse en un sistema distinto, más competitivo, más profesionalizado, pero también más implacable.
Víctor Víctor, el mayor, parecía tener mejores proyecciones, pero desapareció del radar competitivo, quizás retirado o sin contrato, lo cual deja a Víctor Jr. como el último portador del legado familiar en activo.
Víctor Mesa Jr. debutó con los Miami Marlins, la organización que lo firmó por un bono significativo en 2018.
Durante seis años transitó por las Ligas Menores y, aunque no fue considerado un prospecto de élite, mostró progresos constantes.
Su debut, aunque breve, tiene un enorme valor simbólico: evidencia que el talento cubano sigue llegando, y que incluso quienes no dominan de inmediato en ese nivel pueden abrirse paso si son perseverantes.
Caso aparte el de otro cubano, César Prieto, quien “sigue dando palos de todos los colores” en esa categoría de los Cardenales de San Luis, pero no lo “suben y se desconocen reales motivos”.
En el caso de Mesa Jr. su estreno en las Mayores no fue deslumbrante desde el punto de vista estadístico. Esto no debe preocupar demasiado: muchos peloteros necesitan tiempo para ajustarse a la velocidad, la precisión y la presión del mejor béisbol del mundo.
Aquí comienza el verdadero desafío. En MLB, lo importante no es llegar, sino mantenerse. Para ello, Víctor Mesa Jr. necesita enfocarse en varios aspectos clave.
Primeramente, debe definir su perfil ofensivo. Mostró en Las Menores flashes de poder ocasional y contacto decente, pero aún no tiene un perfil ofensivo bien definido.
Corresponderá decidir si quiere consolidarse como un bateador de contacto con buena disciplina o si buscará más poder (lo cual requeriría cambios físicos y técnicos). Ejemplo claro la transformación de Miguel Vargas, de los Chicago White Sox e hijo del estelar exjugador cubano Lázaro Vargas.
También Mesa Jr. debe optimizar su defensa. Como jardinero central o de los laterales, debe destacarse en ese sentido, sobre todo si su bateo es irregular.
Su brazo es sólido y tiene buena velocidad, cualidades heredadas. Convertirse en un defensor élite puede ser su pasaporte para permanecer en un roster.
Asimismo, el joven debe mejorar su enfoque mental y táctico. La adaptación al nivel del juego en MLB es clave: lectura de pitcheos, toma de decisiones en las bases, lectura del swing rival en defensa. Esto separa a los jugadores promedio de los útiles a largo plazo.
Finalmente, Mesa Jr. debe mantenerse saludable y disponible. La durabilidad es parte del éxito. Un cuerpo bien trabajado, rutinas físicas y prevención de lesiones son claves en una temporada larga como la de Grandes Ligas.
Víctor Mesa Jr. ya cumplió una meta que muchos sueñan y pocos logran. Pero el reto verdadero apenas comienza. Si quiere quedarse, deberá construir su propia identidad como jugador, más allá del apelativo.
La sangre y el apellido rasgan puertas, pero solo el trabajo diario las mantiene abiertas. Tiene 23 años y el tiempo —por ahora— está a su favor.