Enter your email address below and subscribe to our newsletter

AGONÍAS Y PROMESAS

Comparte esta noticia

Por Arnoldo Fernández ()

Contramaestre.- Hay un pueblo agonizando, muy pocos lo ven, porque la mayoría somos ese mismo pueblo que agoniza. Los que debieran verlo salen en televisión y dicen sus argumentos, argumentos que no resuelven nada y no sirven a los que agonizamos.

El pueblo esperó promesas, creyó, pero año tras año las promesas se alejan y no hay otra vida para creerlas. Algunos de los que prometieron ya no pertenecen al mundo de los vivos, otros están en sus últimos instantes, cuando se vayan no quedará nadie para decirlas, ni obligar a creerlas, entonces llegará definitivamente la hidra de mil cabezas.

Un pueblo agonal no es posible, los pueblos agonales pertenecen a una épica que no se puede reinventar hoy. No es lo mismo agonía que suicidio colectivo. No es lo mismo tener una esperanza, a no tener ninguna. Los pueblos agonales tienen esperanza. Los pueblos muriendo no tienen ninguna.

Algunos piden la agonía como condición de los nacimientos, pero no lo hacen desde la heroicidad, tan necesaria cuando se trata de pedir sacrificio e inmolación del cuerpo para un tiempo futuro mejor.

Se necesitan líderes héroes, la gente mira a Costa Rica, allí ven el que quisieran tener. Resulta interesante esa mirada, esa necesidad de un líder carismático capaz de comunicar a Dios, la familia, la Patria, la nación, no como figuras retóricas, sino como un cuerpo vivo.
Mientras llega el fin, las cabezas de la hidra asoman por doquiera, no hay voluntad para cortarlas. El pueblo pide cabezas, pero los que mueven la guillotina tienen miedo a ponerla en marcha, porque cuando empiece será imposible detenerla.

“En río revuelto ganancia de pescadores”, habrá que preguntarse quiénes son los pescadores en estas aguas sucias que invaden nuestros días y parecen no aclararse nunca. El pueblo pide una crecida, una que limpie y devuelva la fe, pero los que abren la compuerta temen hacerlo, porque muchos de ellos serán arrastrados aguas abajo.

Un pueblo no se manda como un campamento militar, un pueblo es la suma de muchos afectos y voluntades, ir contra eso, no escuchar el espíritu de época es gobernar contra el sentido común que prevalece en la mayoría. Un gobierno de funcionarios nunca pensará, ni sentirá la agonía del pueblo como suya. Dirá las promesas, pero no las creerá, nadie las creerá.

Agonía y promesas sólo benefician a funcionarios venales que las necesitan para medrar y ser felices. Se necesitan hechos para salir de una oscuridad que parece eterna.

Deja un comentario