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Por Jorge Menéndez ()
Cabrils.- Hace unos días, el Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, de forma insólita, se refirió a las supuestas políticas tergiversadoras del gobierno de EE. UU. y de ciertos medios de comunicación que, según él, influyen en el mercado informal de divisas.
Lo primero que llama la atención es que un funcionario que no necesita —ni utiliza— ese mercado, y que por tanto lo desconoce, se atreva a opinar sobre él. Lo segundo es ver cómo un ministro sin formación financiera ni económica se pronuncia sobre el tema, obedeciendo únicamente a las instrucciones ideológicas del gobierno.
También quiero decirle al señor Bruno que no existe país en el mundo que pueda ignorar las leyes económicas, y mucho menos diseñar planes en contra de ellas. Culpar a un gobierno extranjero o a un periódico del desastre económico cubano es, sencillamente, una frivolidad y un engaño.
La pregunta que realmente importa es: ¿por qué en Cuba no existe un mercado legal de divisas controlado por el Banco Central?
La respuesta es evidente: ineficiencia estructural, control estatal absoluto, falta de apoyo a la producción nacional, asfixia fiscal a los pequeños empresarios, dependencia crónica de las importaciones, dolarización de facto… Todos estos factores han llevado a la bancarrota económica del país. Son causas macroeconómicas, producto de la ignorancia de las leyes más elementales de la economía. Hoy, Cuba necesita una moneda fuerte porque los principales servicios y alimentos se venden en dólares, mientras los salarios se pagan en pesos.
El peso cubano solo tiene valor como medio de pago si la economía nacional lo respalda con producción y servicios que lo hagan imprescindible. El gobierno, en cambio, lo ha convertido en papel sanitario.
Ante la quiebra del Estado y la escasez de divisas, el mercado informal de cambio ha emergido como respuesta natural a la necesidad de pagar bienes y servicios en dólares. Su dinámica responde exclusivamente a la oferta y demanda de moneda dura, hoy por hoy imprescindible. También refleja las políticas erradas del gobierno y los momentos especulativos del mercado, como ocurre en cualquier país del mundo.
Es infantil atribuirle a un periódico el valor del tipo de cambio, y más aún culpar a un gobierno extranjero que no ha tenido nada que ver con el desbarajuste económico que ha creado el propio Estado cubano.
Es difícil encontrar otro país donde el mercado informal de divisas domine por completo, sencillamente porque en Cuba el mercado oficial no existe: el Estado no tiene moneda dura. Esta está en manos de particulares que especulan libremente, sin que el gobierno pueda intervenir.
Hoy, la única forma de enfrentar el mercado informal sería legalizarlo y privatizarlo, algo que el gobierno jamás permitirá, porque aún sueña con controlarlo… algún día, si consigue dinero.
Eso solo será posible apostando por la producción nacional, generando demanda real, activando flujos de caja, creando empleos de calidad y pagando salarios que incentiven al trabajador. Cuando eso ocurra, las finanzas del país estarán sanas, el presupuesto dejará de ser deficitario y el peso cubano volverá a tener demanda como moneda de pago.
Quizás entonces el señor Parrilla empiece a hablar con coherencia.