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A PROPÓSITO DE LA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

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Por P. Alberto Reyes Pías ()

Evangelio: Juan 18, 33 – 37

Camagüey.- Hay una fábula que se llama “El explorador del Amazonas”, y dice así:
El explorador había regresado junto a los suyos, que estaban ansiosos por saberlo todo acerca del Amazonas. Pero, ¿cómo podía él expresar con palabras la sensación que había inundado su corazón cuando contempló aquellas flores de sobrecogedora belleza y escuchó los sonidos nocturnos de la selva? ¿Cómo comunicar lo que sintió en su corazón cuando se dio cuenta del peligro de las fieras o cuando conducía su canoa por las inciertas aguas del río?

Y les dijo: “Vayan y descúbranlo ustedes mismos. Nada puede sustituir al riesgo y a la experiencia personales”. Pero, para orientarles, les hizo un mapa del Amazonas.

Ellos tomaron el mapa y lo colocaron en el ayuntamiento. E hicieron copias de él para cada uno. Y todo el que tenía una copia se consideraba un experto en el Amazonas, pues ¿no conocía acaso cada vuelta y cada recodo del río, y cuán ancho y profundo era, y dónde había rápidos y dónde se hallaban las cascadas?

El explorador se lamentó toda su vida de haber hecho aquel mapa. Habría sido preferible no haberlo hecho.

Cuando Pilato pregunta a Jesús si es rey, Jesús responde con una contra pregunta, y le dice: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta, o te lo han dicho otros de mí?” Es como si le dijera: “¿Te has tomado el trabajo de escuchar mi mensaje, de meditar en lo que he dicho, de valorar lo que he hecho? ¿Has intentado experimentar el modo de vida que yo he venido a proponer?”

Digo esto a propósito del Evangelio de hoy porque ya nos pueden presentar a Jesús de mil modos como rey de lo que sea, ya nos pueden hablar hasta la saciedad del poder como servicio, o de las bondades de construir una vida en torno a la disponibilidad personal para con todo aquel que nos necesite… nada nos hará cambiar nuestra rutina, nada nos hará más sensibles al servicio, nada nos impedirá utilizar el poder que tengamos para nuestro provecho y no para servir, si no descubrimos la grandeza del servicio por nosotros mismos.

Nada puede sustituir la experiencia personal, nada puede evitar el riesgo de abandonar las posturas de dominio eligiendo la apuesta de cimentar la vida en el ofrecimiento de lo que somos y tenemos a los
demás.

Eso sí, hay algo que puede ser una luz importante en el camino que elijamos: Puede que hayamos conocido en nuestra vida mucha gente “poderosa”, en cualquier sentido, pero las personas que han construido lo mejor de nosotros mismos, las personas cuyos nombres guardamos celosamente en nuestro corazón, son aquellas que nos han amado, son aquellas que, de mil modos, nos han dicho una y otra vez: “Aquí estoy, puedes contar conmigo”. Las personas que nos llevaríamos a la eternidad, no son aquellas que han desplegado su fuerza ante nosotros, sino aquellas que se hicieron ofrenda desde lo que eran y lo que tenían.

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