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San Petersburgo y Matanzas, un matrimonio entre la ópera y el basurero

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Por Yoelbis Albelo ()

Matanzas.- La noticia, recogida diligentemente por la agencia rusa Sputnik, tiene todos los ingredientes de un cuento de realismo mágico caribeño: la espléndida San Petersburgo, la Venecia del Norte, con sus palacios barrocos, sus canales impecables y una historia que es un monumento a la cultura europea, ha decidido «ampliar la cooperación» con Matanzas, la otrora Atenas de Cuba, que hoy parece más bien una escena de una película postapocalíptica.

El gobernador Alexandr Beglov, procedente de una de las ciudades más bellas y limpias del mundo, debió sentirse como un astronauta aterrizando en un planeta fallido durante su visita oficial. Uno se pregunta qué recorrido turístico pudo hacer Marieta Poey Zamora para mostrarle a su homólogo las «bondades» de una provincia que se ahoga en sus propias aguas albañales, se pudre bajo montañas de basura y ve cómo su población es diezmada por brotes de enfermedades que el mundo creía superadas.

Es un ejercicio de cinismo sublime imaginar la comitiva rusa, acostumbrada al orden y la pulcritud de su ciudad, siendo paseada por calles donde la pestilencia es el aroma predominante y la miseria el paisaje urbano más común. Sin duda, para la ocasión, las autoridades matanceras siguieron el guion habitual: recogieron la basura de las calles principales, escondieron a los indigentes en callejones menos transitados y rociaron algún desinfectante barato para enmascarar, aunque fuera por unas horas, el olor a decadencia.

Beglov, educado, habló de «poner esperanzas en la cooperación en el ámbito de la informática». Uno solo puede imaginar su desconcierto interno: ¿qué conexión de fibra óptica puede funcionar en una ciudad donde el suministro eléctrico es un sueño lejano y el agua potable un lujo?

Solo formalismos

El contraste no podría ser más cruel. Mientras San Petersburgo invita a sus nuevos socios a foros de turismo de invierno con nombres glamurosos como ‘TRAVEL HUB’, Matanzas ni siquiera puede garantizar el flujo estable de un servicio tan básico como la recogida de residuos. La promesa de «comunicación aérea directa» gracias a un vuelo de Conviasa con escala en Varadero suena a una broma de mal gusto.

¿Irán los turistas rusos desde la ciudad de los zares hasta el balneario cubano para encontrarse, a las puertas de sus hoteles, con la misma crisis humanitaria que el gobierno se empeña en maquillar? El proyecto de «Varadero Ciudad Inteligente» choca con la estúpida realidad de una Cuba analógica, donde la gestión más básica es un desafío insuperable. Aunque, aún así, algunos rusos locos aún se aventuran.

¿Intercambio de qué?

Incluso la parte educativa del acuerdo revela la asimetría de esta alianza surreal. Diez estudiantes cubanos viajarán a San Petersburgo a formarse, un gesto loable que, sin embargo, pone de relieve la bancarrota del sistema educativo nacional. Mientras la juventud más talentosa es exportada para ser formada en el extranjero, las aulas en Cuba se caen a pedazos. Es la huida hacia adelante de un régimen que es incapaz de crear oportunidades en casa y debe mendigar plazas en el sistema de sus aliados.

Al final, este pacto entre dos mundos irreconciliables no es más que un acto de teatro geopolítico. San Petersburgo cumple con la agenda del Kremlin de proyectar influencia sobre su aliado caribeño. La Habana, por su parte, obtiene una foto, una noticia en una agencia internacional y la promesa vana de proyectos faraónicos que nunca verán la luz, o que nacerán mutilados por la misma incompetencia que define a todo lo que toca el castrismo. Mientras Beglov regresa a su ciudad museo, limpia y ordenada, Matanzas se queda con lo único tangible: la misma mugre de siempre, los mismos virus y la promesa vacía de una cooperación que no limpiará ni un solo metro de su costa contaminada.

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