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Cuba: setecientos casos diarios de chikunguña en octubre, según la OPS

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Por Redacción Nacional

La Habana.- Cuba atraviesa otra de esas crisis que el Gobierno intenta maquillar con consignas rimbombantes, pero que los números —fríos, duros, inapelables— se encargan de desnudar. La isla registró en octubre un promedio de 700 contagios diarios de chikunguña, la mayoría en La Habana y Matanzas, según confirmó a EFE la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

La revelación llega apenas días después de que el régimen, casi a regañadientes, reconociera la existencia de una “epidemia” combinada de chikunguña, dengue y oropouche, aunque sin atreverse a mostrar cifras. Como siempre: el desastre existe, pero ellos prefieren que lo imaginemos más pequeño de lo que es.

Los datos recopilados por la OMS desmontan el relato oficial: 15.590 casos identificados entre el 11 de octubre y el 1 de noviembre, y más de 20.000 contagios en los primeros diez meses del año, números que convierten a Cuba en el país con mayor incidencia de chikunguña en todo el continente.

Ni Brasil —un gigante demográfico— logra superar el triste récord cubano. Más preocupante aún es que el Ministerio de Salud Pública (Minsap) reconoce que La Habana, Matanzas y Cienfuegos permanecen en “muy alto riesgo”. La enfermedad golpea con fuerza a la población en edad laboral, y la isla, ya de por sí paralizada por la miseria, ahora suma el ausentismo de miles de trabajadores derribados por dolores incapacitantes.

El dengue, por su parte, sigue la misma ruta de ascenso. Entre enero y septiembre se reportaron 9.602 casos, casi diez veces más que en igual período del año anterior, cuando la cifra rondaba los 985. Los serotipos 2, 3 y 4 circulan simultáneamente, fenómeno que incrementa los cuadros graves.

Las cifras son alarmantes

Aunque la incidencia cubana está por debajo de algunas regiones latinoamericanas, supera con holgura al Caribe hispano y confirma la incapacidad del sistema de salud —ese que el Gobierno vende como “potencia”— para prevenir un aumento anunciado. Porque nada de esto sorprendió a nadie, excepto a los funcionarios que viven encerrados en oficinas donde las paredes no dejan pasar la realidad.

A todo este panorama se suma el oropouche, un virus que convirtió a Cuba en 2024 en el país con más contagios de todo el continente: 24.259 casos, cifras que duplican y hasta cuadruplican las de Brasil y Perú.

Este año, la tendencia se mantiene: 36,40 casos por cada 100.000 habitantes, muy por encima de Panamá y Brasil. Más de un centenar de enfermos han presentado complicaciones neurológicas, un lujo trágico para un país cuyo sistema sanitario ni siquiera garantiza un paracetamol. Mientras tanto, el Gobierno repite su manual de siempre: callar, minimizar, culpar al clima, culpar a Estados Unidos, culpar a cualquiera menos a su absoluta incompetencia.

Esta triple epidemia —chikunguña, dengue y oropouche— no necesita discursos, sino un plan serio. Pero pedirle seriedad a quienes llevan 60 años destruyendo el país es como pedirle electricidad estable al ministro de Energía: un acto de fe.

Cuba vive entre apagones, escasez y enfermedades que avanzan porque la infraestructura está derrumbada y el Estado prefiere gastar en propaganda antes que en fumigación. El virus, al final, solo hace lo que hacen también el hambre y la miseria: recordarnos que, en esta isla, lo que verdaderamente está enfermo es el Gobierno.

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