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Por Oscar Durán
La Habana.- La dictadura cubana vuelve a levantar su carpa de circo con la llamada Feria Internacional de La Habana (Fihav 2025), un evento que el régimen vende como el mayor escaparate económico del Caribe, cuando en realidad es una feria de espejismos. En los salones de ExpoCuba, los mismos funcionarios que llevan décadas arruinando el país se colocarán detrás de un micrófono para hablar de “atracción de capital extranjero”, “oportunidades de inversión” y “transición energética”. Pura muela, disfrazada de diplomacia comercial. Lo cierto es que nadie invierte en una nación donde la propiedad privada no existe, donde el Estado se apropia de todo y donde cada acuerdo termina siendo un matrimonio forzado con un gobierno quebrado y corrupto.
Oscar Pérez-Oliva, el flamante ministro del MINCEX, repitió el viejo discurso del “bloqueo” y culpó a Estados Unidos de la miseria nacional. Ya ni se esfuerzan en inventar una excusa nueva. Ahora le suman el “huracán Melissa” como justificación para los destrozos que ellos mismos provocaron con décadas de desidia. Hablan de guerra multidimensional, como si la verdadera guerra no fuera la que el propio sistema libra contra su pueblo. No hay peor bloqueo que el interno: el de las ideas, el del emprendimiento, el de la censura que asfixia a cualquiera que piense distinto.
La Fihav se presenta como “plataforma de negocios”, pero todo el mundo sabe que allí los únicos que negocian son los jerarcas del Partido. Los empresarios extranjeros, si acaso, vienen a tantear el terreno, a sacarse la foto con el ministro y a marcharse con la misma desconfianza con que llegaron. Las promesas de inversión terminan en papeles que no se cumplen y en contratos que el régimen viola a conveniencia. Mientras tanto, los cubanos siguen en la cola del pollo y del combustible, viendo desde lejos cómo se organiza una feria que no les pertenece ni les beneficia.
En el guion del evento no falta el show de la “innovación”. Hablan de inteligencia artificial, de energía renovable, de integración regional y hasta de un espacio llamado “Cuba Única”, como si la isla fuera un paraíso tecnológico y no un museo del subdesarrollo. Resulta casi ofensivo escuchar al régimen hablar de “turismo sostenible” cuando ni siquiera puede garantizar electricidad estable o agua potable en los hoteles. Pretenden vender una imagen de modernidad digital mientras los hospitales se caen a pedazos y los jóvenes más talentosos huyen por cualquier frontera.
Fihav 2025 será otro episodio del teatro castrista: un escenario lleno de carteles, discursos vacíos y falsas promesas. Cuando bajen las luces y los delegados extranjeros regresen a sus países, quedará la misma Cuba de siempre: empobrecida, desconectada del mundo, con un gobierno que vive del cuento y un pueblo que sobrevive del milagro. Lo que ellos llaman “foro de inversiones” no es más que un espejo roto donde el régimen intenta ver reflejada una prosperidad que nunca existió. Porque no hay feria que maquille una dictadura en ruinas.