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Por José Luis Tan Estrada ()
México DF.- Desde niño, Jorge Legañoa conoció el gozo de los privilegios. Hijo del doctor en Estomatología Jorge Alberto Legañoa, de Camagüey, y de la profesora y doctora Alonso, jamás tuvo que ganarse nada por mérito propio. Su camino fue el clásico recorrido del “hijo de papá” en Cuba: el de los enchufes, las influencias y los favores políticos.
Según varios conocidos de Legañoa, intentó ingresar a la vocacional, pero su debilidad en Matemáticas lo dejó fuera. ¿Su destino natural? La escuela en Sola, Sierra de Cubitas. Sin embargo, sus padres movieron hilos y terminaron colocándolo en el preuniversitario de Guáimaro, donde, gracias a la maquinaria familiar, llegó a ser vicepresidente de la FEEM, hasta que se descubrió que había redactado un anónimo contra la presidenta para escalar posiciones
Como castigo lo enviaron a la ESPA, aunque jamás practicó deporte alguno. «Su ‘disciplina’ fue simbólica: bolos, ajedrez o parchís, quién sabe», comentó una fuente. Todo fue una pantalla, una justificación más para mantenerlo dentro del aparato juvenil del régimen, “fortaleciendo la FEEM”
Su entrada a la carrera de Periodismo fue otro capítulo de privilegios. Reprobó Matemáticas en las pruebas de ingreso y también la prueba de aptitud. Pero sus padres, influyentes como pocos, reclamaron, y —milagrosamente— su hijo obtuvo justo el puntaje necesario para quedarse con una de las dos plazas disponibles, desplazando a una estudiante de Florida que sí había aprobado todo
Tampoco pasó servicio militar: lo colocaron en “trabajitos menores”, siempre bajo la sombra de jefes complacientes. Luego, con ayuda del rector de la Universidad de La Habana, en aquel entonces, Dr. Juan Vela Valdés, amigo íntimo de su padre, fue matriculado en la capital sin cumplir con el cambio de dirección obligatorio. En los pasillos de la UH incluso lo presentaban como “el sobrino del rector”
El destino le dio una pequeña lección: repitió el primer año de la carrera por Gramática. Pero ni eso significó sanción real. El supuesto castigo fue hacerlo pasante en Juventud Rebelde, donde pocos estudiantes lograban entrar por mérito. Así, se abrió paso por la puerta trasera, empalmando con el nuevo grupo como si nada hubiera pasado
Desde entonces, su carrera fue un desfile de favores y trampas. Al graduarse, lo ubicaron directamente en el Departamento de Prensa del Comité Central del PCC, un puesto reservado para los más confiables del aparato. Allí comenzó su verdadero oficio: el del chivato útil, el del represor con micrófono, el periodista del poder
A fuerza de «chivatazos», fue ascendiendo. Llegaron los viajes —Venezuela, Washington—, los cargos enla Agencia Cubana de Noticias, la vicepresidencia de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) , y los programas de televisión junto a figuras del oficialismo, y ahora, desde hace poco, la presidencia de Prensa Latina, según me dicen algunos de sus colegas.
Hoy, Jorge Legañoa Alonso se vende como analista, comentarista y rostro confiable del discurso oficial. Pero detrás del traje y las cámaras está el verdadero rostro del régimen: un represor hecho a base de privilegios, trampas y servilismo, que jamás conoció el mérito ni la decencia profesional