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Por Leo Rubartieri ()
Roma.- Oye, hermano, ¿tú has visto esto? Ahí están otra vez, con el cartelito bonito y las palabras grandilocuentes. «Energía para la Vida», «¡Iluminemos Cuba!». Se juntan la ANPI, el ARCI, la CGIL, todos los amigos de lo ajeno que creen en el cuento de hadas de la Revolución. Y ahí, en primera fila, esperando con la mano extendida, el asesor de la Embajada, Damián Delgatico. No falta. Nunca falta el funcionario para darle el toque de «oficialidad» a la limosna internacional.
Así lo dice el diario La Nuova, de Sardegna, que le da bombo a la campaña de recaudación, tal vez con un mensaje pagado por la embajada. O por el Comité de Solidaridad, esos que se solidarizan con el gobierno cubano y no con el pueblo para la puesta en escena.
Y vaya puesta en escena. Hablan del «inhumano bloqueo» con una lágrima en la garganta, de la «generosa solidaridad» del pueblo cubano. Claro, somos tan generosos que nos solidarizamos con nuestra propia miseria regalada. Lo que no dirán en ese mitin es que el sistema eléctrico nacional sigue siendo un chiste de mal gusto, un apagón tras otro. Esa plata que recogen con tanta pompa se pierde en el agujero negro de las «actividades esenciales», que es la manera fina de decir «la cuenta en Panamá de un general» o el presupuesto para represión. Que si va para escuelas y hospitales… ¡ja! Esa mentira es más grande que la cola para un pollo.
La función principal de nuestras embajadas en el exterior no es proteger a los cubanos, eso que te quede claro. Al cubano que cae preso, que tiene un problema serio, que lo deportan, que se muere de hambre en un centro de inmigrantes, ahí no aparece el cónsul. Para eso están ocupados, organizando la rifa del mes. Su verdadera misión, la única por la que les miden los resultados, es mandar dinero para la isla. Para el régimen. Esa es la «cooperación internacional» que de verdad les interesa.
A esos embajadores y secretarios no les preocupa tu estatus migratorio, si estás ilegal o si te vas a caer de un andamio. Lo que les preocupa es el billete, cuadrar el evento de solidaridad, asegurar que la cueva de italianos bienintencionados ponga su euro en el sombrero. Porque de eso les viene la medallita, del informe a La Habana que diga: «Recaudados X millones este trimestre gracias a nuestra incansable labor». Tu vida, tu libertad, tu desesperación, son solo un dato anecdótico en su carrera burocrática.
Y la gente, la bienintencionada gente de Sassari y de medio mundo, cae redondita. Se emocionan con la historia del pueblo resistente, creyendo que su donación va a comprar un cable o un transformador. Pobres ilusos. Esa energía no es para la vida en Cuba, es para mantener con vida al monstruo, para que siga teniendo combustible la máquina de moler esperanzas. Para el sistema eléctrico no será, te lo aseguro. Lo que llega a la isla de esas colectas es el mendrugo que el régimen usa para decir: «Véanlos, cómo nos apoyan», mientras siguen en la oscuridad.
En resumen, la próxima vez que veas un cartel de «Iluminemos Cuba» promovido por una embajada, ya sabes lo que es en realidad: el negocio familiar de la dinastía, pidiendo limosna con patas, vendiendo una causa noble para llenar las arcas de la tiranía. Y el cubano de a pie, aquí y allá, siempre apagón mediante, pagando el plato. Así es el circo, y ellos son los dueños de la carpa.