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En las favelas de Río de Janeiro, donde las calles se entrelazan como un laberinto sin salida y el sonido de los disparos se confunde con el eco del samba, nació una unidad temida y venerada por igual: el BOPE, el Batalhão de Operações Policiais Especiais.
Su emblema —un cráneo atravesado por una daga— no fue elegido al azar. Representa la victoria sobre la muerte, el compromiso con una guerra sin gloria, donde el enemigo no siempre lleva uniforme y el campo de batalla puede ser cualquier calle empinada.
Fundado en 1978, el BOPE fue concebido para combatir el narcotráfico en los territorios más inaccesibles de Río. Su entrenamiento es considerado uno de los más duros del mundo: largas marchas bajo el sol, simulacros de combate urbano y una regla no escrita que define a sus hombres —la rendición no es una opción.
La fama internacional llegó en 2007, con la película Tropa de Elite. Allí, la crudeza y la disciplina del cuerpo policial quedaron al descubierto, mostrando un rostro sin filtros de la lucha por el control en las favelas. Para muchos, fue la primera vez que el mundo vio de cerca una guerra que llevaba décadas librándose en silencio.
Pero el mito del BOPE no está libre de sombras. Sus métodos han sido cuestionados, sus operaciones acusadas de brutalidad. Algunos los ven como héroes, otros como un síntoma del fracaso del Estado.
Y sin embargo, su nombre persiste, tan cargado de respeto como de miedo.
El BOPE no es solo una fuerza táctica: es el reflejo de un país que busca orden en medio del caos, justicia en medio de la violencia.
Un recordatorio de que, en ciertos lugares del mundo, la línea entre la ley y la guerra puede ser tan delgada como una bala perdida. (Tomado de Datos Históricos)