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Por Yeison Derulo
La Habana.- El ministro Vicente de la O Levy vuelve a hacer su aparición estelar, esta vez como héroe de la reconstrucción eléctrica, sin un casco blanco y discurso de optimismo oficial. Habla de “plan de recuperación”, “estrategia preventiva” y “compromiso de los trabajadores”, como si esas frases mágicas pudieran alumbrar los apagones que devoran a Cuba desde hace décadas. Cada palabra parece sacada del mismo manual que usan todos los ministros para justificar lo injustificable: la parálisis del país.
De la O Levy presume del despliegue de brigadas desde Pinar del Río hasta Camagüey, aunque todo el mundo sabe que el problema no es de manos, es de cerebro. Porque sí, hay gente trabajando, sudando, durmiendo en el suelo; pero nada de eso resuelve el colapso estructural de un sistema eléctrico que no da más. En Cuba se reparan cables como quien le pone curitas a un cadáver. Y cada huracán, llámese Melissa o como venga, desnuda la mentira de un modelo energético sostenido en milagros.
Resulta grotesco escuchar que “la estrategia de desconectar preventivamente bloques de generación funcionó con éxito”. Es el triunfo de la mediocridad. En cualquier país serio, una desconexión total sería símbolo de desastre. Aquí lo celebran como una proeza técnica. Es como si un cirujano alardea de haber salvado a su paciente amputándole las dos piernas. La infraestructura está en coma, pero el ministro se da golpes en el pecho porque “evitaron daños mayores”.
Luego está el dato de los grupos electrógenos, ese fetiche energético del régimen. Dos mil cuatrocientos quince, dice, como quien anuncia un logro industrial. Pero nadie pregunta cuántos de esos equipos tienen más de veinte años, cuántos operan a medias, o cuántos terminarán reventando por falta de piezas. El 84% de disponibilidad suena bonito en el papel, pero en la vida real es un espejismo alimentado por el mismo combustible que se le niega al pueblo.
Y claro, no podía faltar el clásico cierre: “la recuperación será lenta, pero organizada”. Traducción: prepárense para más días sin luz. Lo llaman recuperación, pero es supervivencia. Lo llaman estrategia, pero es improvisación. Lo llaman compromiso, pero es resignación. Lo único que brilla en toda esta historia no es la electricidad, sino el cinismo institucional de quienes llevan años prometiendo estabilidad y entregando oscuridad.
Mientras el ministro habla de “restitución progresiva del suministro”, el pueblo carga con las consecuencias. El discurso oficial se ilumina con cifras y tecnicismos, pero el país sigue a oscuras. En el fondo, lo de De la O Levy no es un parte técnico: es un acto de propaganda. Y cada apagón que viene detrás, cada hogar que se queda sin corriente, cada madre que cocina con vela, es la prueba más contundente de que en Cuba la energía se la roba el sistema, no los huracanes.