Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Por Iran Capote
Pinar del Río.- Estos días duelen más. Hace años que duele mucho el país. Décadas. Pero en estos días el dolor es mucho mayor. Es un dolor silencioso y profundo para los que estamos lejos del epicentro del desastre que dejó Melissa. El dolor de ellos, de los damnificados, lo podemos imaginar, lo podemos entender, lo podemos suponer, pero es un dolor todavía más hondo, más potente. Solo ellos, ahora y en lo adelante conocen bien la magnitud de ese dolor muy propio de cada uno. Los que perdieron todo, los que perdieron casi todo. Los que no perdieron nada material ni humano, pero perdieron un poco más de fe, un poco más de esperanza.
Quizás ahora mismo y en los próximos días, el dolor sea aliviado por jornadas intensas y hermosas de solidaridad desde todas partes. Quizás esas jornadas de humanismo den aliento, acompañamiento, ganas de vivir y estoy convencido que para algunos -solo un por ciento, desgraciadamente- gracias a los donativos, la vida cambie a mejor que como la llevaban antes de Melissa. ¿Y después de los donativos qué? ¿Después de la solidaridad, qué? ¿Qué puedes brindarnos, “país”? ¿Qué hay para nosotros entre huracán y huracán?
Pero con el paso de las semanas, los meses y los años, la vida demostrará que por mucha solidaridad y humanismo, nunca el dolor de estos días será borrado de todo. Desgraciadamente llegará el silencio y habrá más abandono y miseria que antes del paso de Melissa. Es así.
Melissa vino y removió la miseria y la mala vida de los cubanos. Vino para dejar su desastre sobre el desastre de lo que ya éramos: un pueblo pobre y miserable.
Podrán venir con el discurso de que “no hay pérdidas de vidas humanas”. Físicamente hablando. Porque “vidas”, lo que se dice “vidas” ya no había ni en oriente ni en occidente ni el centro de la isla.
Los días del dolor se van llenado de imágenes, iconos casi ya de ese dolor: el hombre que carga el televisor en la inundación; los rescatistas; los miles y miles de cubanos reuniendo fondos y donativos; los derrumbes; las oraciones… y esta casa de la foto, que amarrada con frágiles cuerdas soportó la fuerza de la naturaleza quizás gracias a la fe absoluta de sus dueños.
Entre tantas imágenes dolorosas, entre el dolor que vivimos en silencio seco, el simbolismo de esta imagen y el video del hombre que plantó una caldosa en medio de la calle y repartió a sus vecinos, me han rascado una parte del alma.
Debe ser porque aún con el dolor de estos días, uno alberga una esperanza extraña desde mucho antes de Melissa, desde las últimas décadas de rachas sostenidas por un huracán más fuerte y permanente. Uno más demoledor.
Uno alberga una esperanza que no sabe dónde poner y que amarra con cuerdas frágiles y con mucha fe para no derrumbarse.