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Por Sergio Barbán Cardero ()
Miami.- La verdadera votación no se hace en la ONU. Allí, resoluciones y discursos llenos de palabrerías huecas fluyen sin costo ni consecuencia. La verdadera votación se vive en la calle, en cada barrio de Cuba, en cada techo arrancado, en cada familia que llora: antes por la miseria y carencias, y ahora por no recibir ayuda antes y después del paso del huracán Melisa. Como con tantos otros huracanes, el paso del tiempo borra los compromisos y promesas.
Estamos hablando de una nación que ya lleva décadas en el abandono de su infraestructura vial, eléctrica y habitacional. Las primeras imágenes que han salido a la luz pública son desoladoras, sobre todo en las comunidades rurales, donde el impacto del huracán se multiplica y la ayuda escasea.
Mientras el mundo discute «bloqueos» y sanciones, el pueblo cubano enfrenta la realidad más dura: abandono, desamparo y un Estado que promete soluciones pero no aparece cuando se le necesita. La ONU puede aplaudir la retórica de un régimen, pero la verdadera calificación de su gestión está en los ojos de quienes hoy buscan refugio, agua, alimentos, medicinas… y solo encuentran silencio.
Este es un momento en que el régimen tiene la oportunidad de lucirse y demostrar que realmente se preocupa por su pueblo. En lugar de tanto enfrentamiento y retórica, podría pedir ayuda a Estados Unidos, que ya ofreció asistencia a Jamaica, Haití y República Dominicana, y seguramente también la ofrecería al pueblo cubano. Es hora de dejar el ego a un lado y poner la prioridad donde siempre debió estar: en la vida y el bienestar de los cubanos.
La realidad es implacable: las resoluciones no reconstruyen casas, no sanan heridas, no alimentan a los niños. La verdadera votación es diaria, y el pueblo cubano la está perdiendo sin que nadie, fuera o dentro, haga lo suficiente.