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Tras Melissa: la libra de arroz y el refrigerador que nadie donará

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- En el oriente de Cuba, donde el rugido del huracán Melissa empezó a apagarse, comienza ahora un silencio más aterrador: el de la resignación ante una crisis que se profundiza. Los cubanos, ya exhaustos por una vida de escasez crónica, ahora contemplan cómo el ciclón no solo se llevó techos y enseres, sino también las ya de por sí frágiles líneas que sostenían su vida diaria.

Con la región sumida en un colapso total de la electricidad, el transporte y el suministro de agua, la pregunta no es cuándo volverá la normalidad, sino si es que alguna vez existió.

Quienes lo perdieron todo, como el pescador Alexis Ramos de Santiago de Cuba, que encontró su casa convertida en un amasijo de ladrillos y tejas, se enfrentan a una disyuntiva imposible: ¿cómo se reconstruye una vida cuando no hay materiales, ni dinero, ni esperanza? 

Ramos, que ve cómo todo está «carísimo», encarna la desolación de una población que sabe que la catástrofe no termina cuando pasa el viento, sino que apenas comienza. En un país donde el salario mínimo ronda los siete dólares y una sola bolsa de cemento puede costar 70 en el mercado negro, la simple idea de reponer una vivienda es una cruel fantasía.

La surrealista ayuda gubernamental

La ayuda oficial, en este panorama desolador, a veces adopta un tono de surrealismo burocrático. Con ironía, uno recuerda el anuncio que se presenta como una gran victoria: la entrega de una libra de arroz por persona por el paso del huracán. la secretaria del Partido en Granma lo anunció como un gran triunfo.

Este gesto, que en cualquier otro contexto sería un paliativo mínimo -muy mínimo-, aquí se exhibe como un triunfo, un parche insignificante sobre una herida que requiere cirugía mayor. Mientras, la dirigente del partido en Granma anuncia la medida como si con esa libra de arroz se solucionara el hambre de una familia que quizá lo perdió absolutamente todo.

Es en esta contradicción donde surge la verdad más cruda sobre la ayuda internacional. Es probable que lleguen donaciones de ropa, sábanas y tal vez algunos alimentos no perecederos. Nadie, sin embargo, donará un refrigerador o una lavadora. Estos electrodomésticos, pilares de la vida doméstica moderna, se convierten en lujos inalcanzables.

En una isla donde los apagones pueden durar hasta 20 horas, un refrigerador es, además, un mueble inútil para muchos. La gente podrá recibir un pantalón para vestirse, pero no tendrá cómo lavarlo si no tiene agua corriente ni electricidad para una bomba.

El sistema vuelve a fallar

Esta no es, por desgracia, la primera vez que los cubanos enfrentan esta encrucijada. El drama de quienes perdieron sus viviendas con huracanes anteriores como Sandy (2012) o Irma (2017) y llevan años, literalmente, esperando una solución, es el mejor presagio de lo que les espera a las nuevas víctimas de Melissa.

El gobierno tiene un plan para reducir el déficit habitacional en una década, pero las estadísticas oficiales muestran que el 37% de las viviendas en Cuba ya estaban en estado regular o malo antes de que Melissa siquiera se formara. Con una producción local de materiales de construcción inexistente y paralizada por la crisis, la promesa de un techo nuevo se aleja tanto como el horizonte.

Al final, tras el paso de Melissa, los cubanos del oriente no solo luchan contra los escombros y la inundación, sino contra una desesperanza aprendida durante años de colapso continuo. La tormenta perfecta de la crisis económica, los apagones interminables, la escasez de agua y la inseguridad alimentaria, precedió al huracán y garantiza que su recuperación será un calvario lento y doloroso.

La libra de arroz es un símbolo de lo que se ofrece; el refrigerador que nadie donará, un recordatorio de todo lo que les falta y no tendrán. Mientras, el pueblo, con una resiliencia que raya en el martirio, se prepara para una nueva y agotadora batalla por la supervivencia, sabiendo que el sistema que prometió protegerle le ha fallado mucho antes de que siquiera se formara la tormenta en el Caribe.

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