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El hombre de una sola carcajada

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Detrás del mito del sabio que vio caer una manzana se escondía un hombre profundamente atormentado. Isaac Newton fue una mente deslumbrante, pero también una de las más solitarias de su tiempo.

Quienes lo conocieron decían que apenas reía. Un testigo afirmó haberlo visto hacerlo solo una vez, cuando alguien hojeó los Elementos de Euclides y preguntó para qué servía “ese viejo libro”. Newton, que rara vez mostraba emoción, soltó una carcajada. Fue todo.

Su carácter era tan rígido que rompió con uno de sus pocos amigos por haber contado un chiste inapropiado. Pasó tres décadas obsesionado con la alquimia, intentando convertir metales en oro, y luego se sumergió en la Biblia buscando en sus líneas un código que revelara el destino del universo. Llegó a una conclusión inquietante: el fin del mundo llegaría en 2060.

Su genio lo mantenía lejos de la realidad cotidiana. En una ocasión, mientras calculaba el tiempo exacto para hervir un huevo, olvidó que lo sostenía en la mano y colocó el reloj en el agua.

Cuando fue elegido miembro de la Cámara de los Lores, todos esperaban escuchar por fin su voz. Guardó silencio durante meses, hasta que un día pidió la palabra. La sala contuvo el aliento. Newton se levantó y dijo con serenidad:
“Quisiera pedir que cierren la ventana… me da demasiado viento.”

Luego se sentó. Fue su único discurso.

Así era Isaac Newton: un hombre que entendió los secretos del cosmos, pero nunca logró descifrar los del alma humana. (Tomado de Datos Históricos)

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