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Por Esteban David Baró ()
La Habana.- En un país donde lo prohibido sabía mejor, donde el deseo cruzaba el estrecho de la Florida como un susurro de onda corta, hubo un rincón de la radio que rompía las reglas sin decirlo.
Now, así, simplemente. Treinta minutos de música en inglés en plena Cuba de los 70, cuando un coro de jóvenes hambrientos de acordes nuevos se agolpaba alrededor del transistor para sentir que, al menos por media hora, el mundo no terminaba en el Malecón.
La voz que nos lo traía no era la de un experto musical. Egipto Agüero, desde Radio Liberación primero y luego desde la COCO, nos leía noticias de una sociedad americana lejana, abstracta, lejana como el cielo de Manhattan que no conocíamos.
Pero lo importante no era lo que decía: era lo que sonaba. The Eagles y su «Hotel California», Player con «Baby Come Back», los Bee Gees con «How Deep Is Your Love», Kansas con «Dust in the Wind», Foreigner, Chicago, Fleetwood Mac, Styx, Boston, Bread, Toto, America, Earth, Wind and Fire y muchas otras leyendas.
Cada nombre era una puerta abierta a un mundo de libertad, de pistas de baile de linóleo y luces improvisadas en la sala de cualquier casa.
Recuerda Maritza González, hoy con 66 años: «Nosotras bailábamos apretadas con los varones en las fiestas, con la música americana que ponía algún loco que tenía una grabadora. No sabíamos inglés, pero sentíamos que eso éramos nosotros también: juventud, deseo, ganas de volar”.
Aquel programa era más que música. Era una grieta en el muro. En un país que nos quería en uniforme y disciplina, “Now era rebeldía, era un susurro al oído. Allá afuera hay más, hay otra vida, otro ritmo, otro color. Muchos se quedaron con el deseo clavado en el pecho de ver en una pantalla la película que todos mencionaban, pero nadie había podido ver: Saturday Night Fever», lamenta.
¿Quién no quiso ser John Travolta, caminando con su pantalón acampanado, dueño del mundo y de la pista? ¿Quién no soñó con una bola de espejos en el techo de su cuarto?
Emilio Torres, 69 años, lo dice con los ojos húmedos: «Yo bailé con ‘More Than a Woman’ sin saber qué decía. Pero me enamoré con esa canción, y esa música me salvó la vida. Era lo único que me hacía sentir que no todo estaba perdido. Nunca vi la película, pero la viví, a mi manera, en cada fiesta, cada beso robado, cada madrugada», rememora.
Después llegó el programa televisivo Para Bailar y la música cubana resurgió con fuerza. Pero el eco del inglés persistía. Porque no era solo la música: era el deseo de pertenecer a algo más grande, de tener derecho a elegir lo que se quería oír, sentir, bailar.
Hoy, más de medio siglo después, esos acordes siguen vivos en los corazones que laten más despacio, pero aún se aceleran cuando suena “I Want to Know What Love Is” o “Sailing”, de Christopher Cross.
Porque esa música, la que nos traía Now cada día fue el espejo donde nos vimos por primera vez como seres libres, aunque solo fuera por 30 minutos.
Y eso… no se olvida nunca.