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Por Javier Bobadilla
La Habana.- La talla era haber sido un tipo de esos que habla del cosmos, y que le caen bien a todo el mundo. Como Carl Sagan. Como Brian Cox. Como Neil deGrasse Tyson, usar corbatas pintadas con escenas del cosmos. Que la gente lo invite a uno a meter una muela de la velocidad de la luz, o de las estrellas de neutrones.
Y así, brillar. Esos tipos relumbran. Empiezan a contar que en algún lugar del infinito hay una nube de gas super denso que mide un seremillar de años-luz, donde ocurre una reacción gravitacional y nuclear, y nacen estrellas, y de pronto tienen una luz en la sonrisa imposible de fingir. Hay en ellos un regocijo inexplicable por su propia aceptación de nuestra insignificante pequeñez, y ese regocijo es lo que nos transmiten. Nadie entiende los números de 25 cifras ni la materia exótica, es por gusto. En un tipo de carne y hueso, peinado con la raya al lado, late la abrumadora magnificencia del cosmos, y eso nos traspasa.
Aquí abajo, en la Tierra, mientras una mitad del mundo promete irse a la guerra contra la otra mitad, yo podría decir que voy a hablar de Celia Cruz, pero sería una mentira como una casa. Yo no tengo nada que decir de Celia Cruz. A la edad que debería haberla estado oyendo, oía yo el Máquina Total. Cuando tuve que decidir cuál seria mi canción cubana favorita, me quedé con «Temba, Tumba y Timba», y seguí de largo a oír j-pop. Hubo todo un universo para escoger, suficiente como para jamás haberla oído cantar.
La cultura es una cosa complicada. Celia Cruz era un símbolo a nivel continental. De este lado del mundo, durante cierto tiempo, Celia Cruz fue La Música Cubana. Aquí, eso molestaba. El porqué, vaya usted a saber. ¿Cuántos problemas personales, frustraciones, complejos, y neurosis de Fidel se convirtieron en leyes irrevocables, por las cuales vivimos y morimos los cubanos, dentro y fuera de Cuba?
¿Ven, por qué yo quería ser un tipo que habla del cosmos? ¿Sienten la diferencia entre encarnar la majestuosa enormidad del cosmos sin proponérselo, a fuerza de aceptar el sinsentido de la existencia; y aspirar a esa misma majestad siendo un ser humano fracturado y retorcido por la egolatría y la dolorosa certidumbre de la intrascendencia?
Rosa Marquetti, Carlos Díaz, Norge Espinosa y Teatro El Público organizan un homenaje en la Fábrica de Arte Cubano por el centenario de Celia Cruz.
¿Mala idea, verdad? Desde el principio.
Los dejan correr. Esperan a que todo esté preparado. Y golpean.
La función estaba preparada para el domingo pasado. El jueves, desde el Centro Nacional de Música Popular, anuncian la suspensión del espectáculo.
Las cosas se hacen así. Se busca la institución correcta. Tienen para escoger. Desde ahí, un ser sin cara ni nombre emite un juicio. No hay humanidad en ello. Hay maquinaria, para que no sepas a quién odiar, a quién reclamar ni a quién suplicar. Hay una cosa muy grande y muy impersonal, que te recuerda tu propia insignificancia a cada paso, pero sin la belleza todopoderosa del cosmos. Hay heraldos que predican la miseria humana de saberse intrascendentes, y se odian, y te odian por ello.
Aspiran a un cosmos vacío, sin luz, ni materia ni energía ni gravedad.
Un amigo me dice que llevo casi un mes sin escribir, y que tengo 145 temas de atraso, como para venir a centrarme en esto, que es un brete menor que no va a durar más de media tarde.
En New York, en un suceso completamente improbable, la izquierda demócrata se agrupa alrededor de Zohran Mamdani, hindú nacido en Uganda, emigrado a Sudáfrica y después a EE.UU., musulmán y socialista, candidato a alcalde. Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez van a apoyarlo. Las encuestas lo declaran favorito. La ciudad enloquece.
María Corina Machado gana el Premio Nobel de la Paz, y se vuelve intocable. Trump le da luz verde a la CIA para que golpee en Venezuela. Nadie sabe dónde. Petro finalmente logra tener su problema, asumo que para lograr un estado de excepción y no hacer más elecciones.
Israel y Hamas intercambian rehenes. Gaza no deja de recordarme a Cuba, un par de errores después.
El tema de la Fábrica y Celia Cruz es más importante. Hay un universo allá afuera, pero yo vivo aquí. A Gaza la pueden moler y exportar el polvo de piedra en saco doble. Mamdani puede poner un agro del EJT en cada municipio y construir sus edificios de Pastorita al lado de la Torre Trump. Están en otra galaxia.
A Carlos Díaz lo conocí -sin que él me conociera- sentado en una mesa junto con Helmo Hernández en la Fundación Ludwig. Si algo puedo decir con certeza, es que la vida me ha llevado a ver interesantes combinaciones de la realidad. A Norge Espinosa lo leo en Facebook. A Rosa Marquetti no la conozco.
Pero en la Fábrica tengo amigos. Hace años es como mi casa. Al que me pregunta, siempre le respondo que la Fábrica con X al frente es un proyecto muy grande, del cual dependen los salarios y el retorno de la inversión de mucha gente, pero más importante que eso, que entre ser una disco donde se exhibe arte y ser una galería donde se vende cerveza, han logrado recorrer un camino muy estrecho y azaroso, tratando de estar siempre de parte de la cultura.
Nunca es suficiente. Se sabe que el tipo grande sin rostro siempre es más fuerte. Tarde o temprano te derriba, y espera que no te levantes más. El pecado de pensamiento es tan pecado como cualquier otro.
El domingo, a la hora señalada, dejan una butaca vacía en el escenario y hacen una hora de silencio por Celia. Ayer, publican lo siguiente en sus redes sociales:
«Una obra de arte que no fue, una butaca, silencio y el arte de la resistencia…
Celia vive
20 de Octubre de 2025
Dia de la Cultura Nacional.»
Desde la derrota, con amor. Al vencedor se le debe mirar a los ojos, aunque sea desde el suelo, para que recuerde que puede tener la fuerza, pero no la razón.
Sigo sin oír a Celia Cruz, pero no dejo de preguntarme por qué la dictadura más antigua del continente y el servicio de seguridad más grande del mundo occidental le tienen un miedo paralizante a una señora que cantaba y que se murió hace 20 años.
Al otro lado de la galaxia hay una estrella terrible. Una esfera perfecta, sin la más mínima irregularidad. Pequeñísima, tanto que, como a los planetas del Principito, se le puede dar la vuelta en bicicleta en un día. Pero mortal. Es una estrella magnética, un imán de una vez y media el peso del Sol, con una furia contenida que literalmente disuelve la materia sin tocarla, arrancando los electrones de los átomos a cientos de kilómetros de distancia. Una estrella de luz negra que esteriliza mundos, que bien pudiera ser la que ilumina y mata.
La talla era haber sido un tipo de esos que habla del cosmos. Dime que no…