Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Dos sombras del poder: Fouché y Fidel, los rostros del cinismo histórico

Comparte esta noticia

Por Jorge L. León (Historiador e investigador)

Houston.- La historia, con su eterna ironía, suele fabricar sus monstruos con los mismos materiales: la ambición, el miedo y la mentira.

Joseph Fouché y Fidel Castro, separados por siglos, comparten un mismo molde moral: el del político que convierte la traición en método y el poder en religión. Uno emergió entre guillotinas, el otro entre fusiles, pero ambos edificaron su gloria sobre la ruina ajena.

Cita: “El poder es de por sí malo; y la historia no es más que el registro de sus abusos.” — Jacob Burckhardt

En cuanto al cinismo… creo firmemente que Fidel Castro habría podido dar soberanas clases a Joseph Fouché.

El primero, un dictador disfrazado de redentor; el segundo, un conspirador refinado que transformó la intriga en arte. Ambos, sin embargo, representan la misma esencia: el poder ejercido desde la mentira, la manipulación y el desprecio absoluto por la vida ajena.

Traiciones: por cálculo e instinto

Fouché, el hombre de las sombras en la Revolución Francesa, fue ministro de todos y fiel a ninguno. Calculador, frío y dueño de una inteligencia casi matemática, supo sobrevivir a la guillotina gracias a su habilidad para traicionar a tiempo. Su moral era la del camaleón: siempre del color del poder dominante.

Fidel, por su parte, fue el actor principal de una tragedia caribeña. No necesitó las sombras: gobernó desde la luz falsa del discurso y la opacidad del miedo. Si Fouché traicionaba por cálculo, Fidel lo hacía por instinto; si el francés conspiraba en silencio, el cubano destruía con palabra y fusil. Ambos, sin embargo, compartieron el mismo veneno: la ambición ilimitada y el placer enfermizo de dominar.

En uno encontramos la máscara del racionalismo político; en el otro, la del fanatismo ideológico. Fouché traicionó a Robespierre y sirvió a Napoleón; Fidel traicionó a la libertad y sirvió solo a sí mismo. Los dos entendieron que el poder no se comparte: se usa, se abusa y se perpetúa.

Fouché murió con su fortuna intacta y su nombre infame; Fidel murió con su dictadura aún respirando entre ruinas. Ambos fueron hijos del cálculo y padres de la mentira. Y si la historia los separa por siglos y geografías, los une una sola frase que podría haber sido escrita por cualquiera de los dos:

El poder no se comparte: ¡¡¡Se usa !!!

Deja un comentario