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Gobernar desde la ficción: el discurso del Sin Casa a la FAO

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- Mientras el presidente Miguel Díaz-Canel celebraba con palabras pulidas el 80 aniversario de la FAO en el Foro Mundial de la Alimentación, hablando de «liberar al planeta de una de las plagas más terribles para la Humanidad: el hambre», en la isla que representa, la realidad es un mudo y brutal contrapunto.

Su discurso, un ejercicio de diplomacia gourmet servido en bandeja de oro para la comunidad internacional, parece narrar un país paralelo, uno que colabora en la erradicación global del hambre mientras el 89% de sus propias familias vive sumido en la pobreza extrema. Es el arte de gobernar desde la ficción, donde la epopeya internacional sirve para ocultar el naufragio doméstico.

Ver discurso: (https://www.facebook.com/reel/796562166428025)

La desconexión entre el palacio y la plaza alcanza su cenit cuando se contrasta la retórica oficial con el drama de los niños. El gobierno anunció que no podía garantizar la leche en polvo para todos los menores , optando por distribuir una mezcla de chocolate que, en una burla cruel a la nutrición infantil, las propias madres denuncian que llega sin leche y sin azúcar.

En un país donde un kilo de leche en polvo puede costar en el mercado informal el doble del salario mínimo , esta «solución» es el símbolo de un estado que ha claudicado en su deber más elemental: alimentar a sus pequeños. Mientras, en los foros globales, se habla de «mejor nutrición» , y la olla de los cubanos hierve, cuando hay algo que echarle, de indignación.

El ‘Hambre Nuevo’ o la miseria planificada

Si la infancia es el futuro, la vejez cubana es un presente de abandono. La pensión mínima, de alrededor de siete u ocho dólares) , es una sentencia de hambre. Es el caso de Orlando, un anciano de 83 años en Ciego de Ávila que declaró sobrevivir «del aire» y recorrer las calles pidiendo «un pedacito de pan».

Testimonios como el suyo se multiplican por toda la isla: adultos mayores que han tenido que eliminar una de sus tres comidas diarias, con un 80% en el grupo de más de 70 años en esta situación desesperada. Estos son los ciudadanos a los que el sistema, tras una vida de trabajo, abandona a su suerte, mientras la ayuda social es casi inexistente y los asilos están colapsados.

La estadística fría pinta un cuadro dantesco: siete de cada diez cubanos no pueden hacer las tres comidas al día. Un 29% de la población solo come dos veces, y un 4%, una única vez al día. Llevar un plato a la mesa se ha convertido, según organizaciones independientes, en «una cuestión heroica».

Esta no es la hambruna de una catástrofe natural puntual; es «El Hambre Nuevo», una escasez crónica y dirigida, donde es el estado el que decreta qué, cuándo y cómo se come, o más bien, qué es lo que no se come. Es la miseria planificada.

La narrativa es lo único que está bien

Frente a este colapso, la narrativa oficial responde con un repertorio de negacionismo y eufemismos. La dimisión de la ministra de Trabajo tras afirmar que en Cuba no había mendigos, solo personas que «aparentan» serlo, revela la profundidad del cinismo.

Mientras las calles se llenan de personas como Marta, una mujer de 70 años que debe pedir limosna para dar «aunque sea un poquito de arroz y frijoles negros» a su familia, la maquinaria propagandística insiste en culpar exclusivamente al «bloqueo», un argumento que, por repetido, ya no logra enmascarar la responsabilidad de unas políticas internas que han demostrado ser un fracaso absoluto.

Al final, el mensaje de Díaz-Canel al foro internacional no es más que la enésima función de un gobierno que privilegia el aplauso exterior sobre el bienestar de su gente. Es el mismo hombre que reconoce, forzado por la presión popular, la existencia de «desigualdades», pero que no emprende las reformas estructurales necesarias.

Su discurso es un plato vacío servido en un banquete virtual, una ofensa para un pueblo que resiste y sobrevive no gracias a su gobierno, sino a pesar de él. Mientras la isla se vacía en un éxodo masivo y envejece en el abandono, la élite gobernante sigue hablando de «transformación agroalimentaria» , en un país donde para comer, primero hay que dejar de creer en sus palabras.

Por estas razones, por su afán desmedido en mentir, merece ir ante un tribunal, y pagar sus culpas. A este personaje, que parece sacado de una caja donde dscansan los personajes de un guiñol, hay que ponerle algo en el cuello para que pague sus culpas.

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