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La Habana.- Una de las justificaciones más dañinas —y al mismo tiempo más comunes— es esa costumbre de mirar hacia abajo para sentirnos menos mal. Es lo que en psicología se conoce como comparación social descendente: cuando alguien, en lugar de enfrentar la realidad, la suaviza diciendo “podría ser peor”, o “mira cómo están los otros”.

A simple vista parece una forma de consuelo, pero en el fondo es una trampa emocional y moral. Porque quien se compara con el sufrimiento ajeno no busca mejorar, busca excusas para no cambiar. Esa actitud convierte la desgracia de otros en un argumento de resignación, y eso es una forma de corrupción del pensamiento.

El problema no es mirar que otros sufren más; el problema es usar ese sufrimiento como una coartada para justificar la mediocridad o el abuso. Esa lógica sostiene sistemas injustos, regímenes fracasados y sociedades que se acostumbran al dolor. Es el mismo mecanismo que hace que muchos digan “al menos tenemos paz”, mientras viven sin libertad, sin pan o sin dignidad.

Compararse con los que están peor no nos hace más fuertes ni más sabios. Solo nos hace más dóciles ante la miseria.

El verdadero progreso comienza cuando nos comparamos con lo que podríamos ser, no con lo que otros dejaron de ser. (Tomado del Facebook de Ma Che Te)

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