Enter your email address below and subscribe to our newsletter

La rabia de una izquierda inmoral

Comparte esta noticia

Por Eduardo Díaz Delgado ()

Pocas cosas exponen mejor la podredumbre moral de cierta izquierda latinoamericana que el hecho de que hoy estén indignados porque María Corina Machado ganó el Premio Nobel de la Paz.
Sí, la misma izquierda que aplaude a tiranos si se dicen “antiimperialistas”, aunque sus cárceles estén llenas de estudiantes, periodistas y madres que solo exigieron elecciones limpias.

Lo curioso es que nadie, absolutamente nadie, ha podido explicar cómo un régimen como el de Maduro “ganó” unas elecciones sin mostrar las actas. Un sistema de voto que se considera de los más auditables del continente, pero que —misteriosamente— perdió toda transparencia cuando el sistema, que mostraba resultados en tiempo real, mostraba amplia ventaja para la oposición.

Ahí “se cayó” la comunicación, y al volver milagrosamente apareció Maduro como ganador —con porcentajes sospechosamente exactos que rara vez ocurren en conteos reales. María Corina publicó actas escaneadas con sus códigos/QR verificables bajo el esquema de doble llave del sistema; son consistentes entre sí y con los datos cantados en videos de mesas electorales. Más de un año después, Maduro no ha presentado ni una sola acta que contradiga esas actas. Punto.

Y ahí está el detalle: las actas no aparecen, pero los presos sí. Los opositores torturados también. Las viudas, las heridas, las ruinas… todo lo que deja una dictadura cuando se aferra al poder.

Duele que María Corina esté en la calle

María Corina no está en el exilio, ni en un palacio, ni refugiada detrás de un partido armado. Está en la calle, con un pueblo golpeado, encabezando marchas cívicas, mientras los demócratas de sofá la acusan de “instrumento del imperialismo” desde su cuenta verificada en X.

Qué ironía: los que juraron estar del lado de los pueblos, hoy le tienen más rabia a una mujer valiente que al hombre que mandó disparar contra manifestantes.

El Nobel de la Paz no le fue dado solo a ella. Fue dado a todos los que siguen creyendo que la democracia no se negocia ni se posterga.

Y claro, eso escuece. Porque a la izquierda cómoda le encanta hablar de “los pueblos”, pero odia cuando uno se organiza y dice basta. Les fastidia que una mujer que no se vistió de rojo, ni prometió ministerios, ni repartió consignas, haya ganado por convicción y por coraje. Porque aunque Edmundo era el candidato, todos saben que ahí el alma era María Corina.

Por eso, más que celebrar el Nobel, hay que saborearlo.

Porque cada lágrima, cada rabieta, cada frase agria de quienes llevan décadas justificando dictaduras, es la prueba más clara de que la moral, cuando es selectiva, deja de ser moral. Y en eso, la izquierda internacional hace rato perdió el rumbo… y la vergüenza.

Deja un comentario