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Por Anette Espinosa ()
La Habana.- Su evocación de aquellas tardes mágicas frente al televisor, con Rogelio Blain y la inolvidable Cristina Obín en «El Capitán Tormenta», no es solo un viaje personal a la nostalgia. Es la crónica de un país que ya no existe, de una Cuba donde la ficción televisiva podía competir con la realidad porque la vida cotidiana, con todas sus carencias, aún permitía el lujo de soñar con espadas de madera y hazañas lejanas.
Usted pregunta por qué ya no hay «Aventuras» en la televisión cubana, y la respuesta, aunque dura, es sencilla: porque los cubanos de hoy estamos protagonizando nuestra propia serie de supervivencia, una donde el guion lo escribe la escasez y el villano es la imposibilidad de lo básico.
La televisión de aquellos años 70 y 80 era, como usted bien dice, un «suceso maravilloso» no por la calidad de sus producciones —hechas en estudios con recursos limitados y casi en vivo—, sino porque constituía una ventana colectiva a universos alternativos. Hoy, esa ventana no solo se empaña, sino que tiene una competencia feroz.
El cubano con acceso a internet puede consumir series y películas de plataformas globales que, en producción, narrativa y efectos, dejan en la prehistoria televisiva aquellos dramas de estudio. El «paquete semanal» y la navegación por VPN ofrecen un catálogo infinito que hace palidecer cualquier programación nacional.
El espectador cubano ha desarrollado un paladar audiovisual demasiado sofisticado para conformarse con las repeticiones de antaño.
Pero la razón más profunda y trágica es que el cubano de hoy vive una aventura constante, más peligrosa y exigente que cualquier misión del Capitán Tormenta. No necesitamos fabricar ametralladoras con patas de mesa porque nuestra batalla diaria es real: es la aventura épica de conseguir alimentos en un mercado donde los precios escalan como un acantilado; es la travesía agotadora por encontrar agua cuando el grifo lleva semanas seco; es la búsqueda del santo grial de una medicina en farmacias vacías.
Esta «serie» no tiene capítulos de media hora, es un reality show de 24 horas al día, sin pausas comerciales y donde el precio del fracaso es el hambre, la sed o la enfermedad.
Mientras usted y su generación se inspiraban en los valores éticos de aquellos personajes para ser «defensores de las damas y dadivosos con el prójimo», la aventura actual nos está endureciendo, no ennobleciendo.
La lucha por la supervivencia erosiona la solidaridad, agota la empatía y nos convierte en competidores por recursos limitados. Es difícil pensar en el bien común cuando se está calculando cómo alimentar a los hijos hasta fin de mes o cómo pagar el transporte para ir a buscar una libra de pollo que anunciaron en la otra punta de la ciudad. El heroísmo ya no es una virtud, es una necesidad desesperada.
El Estado, que en su momento producía y promovía esas series, hoy es incapaz de generar una ficción que pueda captar la atención de un pueblo traumatizado por la realidad. No hay presupuesto, no hay equipos, no hay condiciones. Pero, sobre todo, no hay credibilidad.
¿Qué aventura escrita por un guionista oficial podría competir con el drama auténtico que se vive en cada hogar? La ficción más fascinante y terrible se escribe cada día en las colas, en los apagones, en la angustia silenciosa de una familia que ve cómo se les escapa la vida entre los dedos.
Usted cierra su texto con un hermoso agradecimiento a aquellos actores que le dieron una infancia feliz. Es un testimonio poderoso de cómo el arte, incluso el más modesto, puede iluminar una vida. Hoy, esa infancia feliz es otro bien de lujo, otro recuerdo que pertenece a un país extinto.
Los niños cubanos de ahora no tienen «Aventuras» a las 7:30, pero están aprendiendo, a la fuerza, lecciones de resiliencia, economía informal y gestión de la escasez que ningún guion de televisión podría enseñarles. Su hermoso texto, Eduardo, es el epitafio de una era. La nuestra es la crónica en tiempo real de la hazaña más difícil: seguir siendo cubanos en esta isla cuyo gobierno obliga a hundirse bajo nuestros pies.