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Por Jorge de Mello ()
La Habana.- Aunque me haya propuesto no hablar de las rarezas inexplicables de nuestra realidad cotidiana, a veces son tan apabullantes, como en este caso, que no puedo dejar de hacerlo.
Esta mañana entré a un pequeño agromercado de mi zona y lo primero que identificaron mis ojos fue una caja de apetitosas mandarinas, grandes, sanas, anaranjadas, como las mandarinas de mis recuerdos.
Debido a que es una de las frutas que no se ven desde hace bastante tiempo en nuestros comercios, inmediatamente, sin preguntar cómo ni cuánto, tomé varias y comencé a colocarlas en la pesa digital situada sobre una tarima.
Cuando puse las dos primeras, la dependiente abrió mucho los ojos a modo de advertencia. Le pregunté qué pasaba y me dijo:
— Ya va por 1300 pesos.
—¿Cóooomo, si solo son dos mandarinas?
—Cuestan 1500 pesos la libra, son importadas…
La miré con una sonrisa irónica y le dije. —¿Cómo es posible que el bloqueo nos prohíba cosechar mandarinas y sin embargo no impide que las importemos?
La muchacha solo atinó a levantar los hombros en silencio, y yo me quedé con las ganas de comer de nuevo esa fruta que resulta tan exótica en esta parte del mundo.