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Por Oscar Durán
La Habana.- El berrinche del canciller cubano Bruno Rodríguez tras la exclusión de Cuba de la Cumbre de las Américas no sorprende a nadie. Llevan más de seis décadas haciéndose las víctimas del “imperio” y del “bloqueo”, cuando en realidad la única condena que pesa sobre ellos es la de un pueblo cansado de vivir entre apagones, cartillas de racionamiento y represión. Hablan de exclusión, cuando han sido ellos los que, durante 65 años, han excluido al ciudadano cubano de derechos tan básicos como expresarse libremente, viajar sin permisos absurdos o elegir a sus gobernantes.
El comunicado del régimen habla de “coerción” y de “claudicación” de República Dominicana ante Estados Unidos. Cinismo se llama eso. Los mismos que han claudicado siempre ante Moscú, Pekín y Caracas, ahora intentan posar de independientes. La verdad es más simple: nadie quiere sentarse a legitimar a una dictadura que mantiene más de mil presos políticos, que reprime a mujeres que salen a pedir comida y que encierra a jóvenes solo por cantar “Patria y Vida”. República Dominicana actuó con dignidad y coherencia.
Que Bruno Rodríguez hable de “diálogo respetuoso y constructivo” es un insulto a la inteligencia. ¿Qué diálogo puede proponer un gobierno que golpea y encarcela a los que piensan distinto? ¿Qué respeto ofrecen quienes promueven actos de repudio contra madres desesperadas que solo exigen ver a sus hijos presos? Hablan de igualdad, pero en Cuba la única igualdad que existe es la de la miseria compartida por millones, mientras la cúpula del Partido se pasea en yates y celebra fiestas en el Festival del Habano.
La dictadura insiste en comparar cualquier crítica internacional con la “política de cañoneras”. Otra mentira reciclada. La realidad es que en cada cumbre a la que Cuba ha asistido, lo único que ha exportado es propaganda y falsos discursos sobre “solidaridad” y “resistencia”. Hoy, al quedar fuera, se revela lo evidente: que nadie cree ya en su retórica oxidada, que el castrismo es una reliquia indeseable en un continente que, aunque con dificultades, intenta avanzar en democracia.
Por eso, la exclusión de Cuba de la Cumbre no es un acto de censura, sino de higiene política. No se puede hablar de integración continental mientras se le dé asiento a quienes han convertido a la isla en una cárcel a cielo abierto. República Dominicana no cedió ante nadie, simplemente hizo lo que corresponde: no blanquear la cara de un régimen autoritario. Y si al régimen cubano no le gusta, que empiece por liberar a sus presos políticos, devolver la voz a su pueblo y dejar de aferrarse al poder como parásitos de la historia.