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En enero de 1386, la ciudad de Falaise, en Normandía, fue escenario de un episodio que hoy nos parecería insólito. Una cerda, hambrienta y suelta por las calles, atacó a un bebé de apenas tres meses, causándole la muerte.
El hecho desató la indignación de la comunidad. Pero las autoridades no se limitaron a sacrificar al animal: lo arrestaron, lo llevaron a juicio y lo condenaron formalmente a la pena capital. El 9 de enero, la sentencia fue cumplida públicamente, y el verdugo recibió diez sueldos y diez denarios por su labor.
Aunque absurdo a ojos modernos, este tipo de procesos no era extraño en la Edad Media. Entre los siglos XIII y XVIII, múltiples animales —en especial cerdos— fueron sometidos a juicios en Europa.
El historiador Peter Dinzelbacher explica que estos rituales jurídicos no buscaban realmente castigar al animal, sino reforzar la imagen de la justicia: mostrar que la ley vigilaba, imponía orden y no dejaba nada al azar, ni siquiera cuando el culpable no era humano.
Así, aquel juicio contra una cerda fue, en realidad, una representación simbólica de autoridad. Una forma de apaciguar el miedo colectivo y de recordarle al pueblo que, incluso frente a lo irracional, la justicia debía tener la última palabra. (Tomado del sitio Datos Históricos en Facebook)