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Por Fernando Clavero ()
En el teatro inesperado del otoño, donde el destino se escribe con rectas y jonrones, dos glorias del National League se encuentran en un cruce de caminos. Los Padres de San Diego y los Chicago Cubs, equipos que han resucitado de sus propias cenizas, se medirán en una Serie de Comodines que promete fuego y estrategia.
No es casualidad que ambos vistieran de largo en 2025: los Padres, con su cuarta postemporada en seis años, y los Cubs, rompiendo una sequía que se extendía desde 2020.
Este duelo, que evoca el fantasma de 1984 —cuando San Diego venció a Chicago en la Serie de Campeonato—, es más que una revancha histórica; es un pulso entre dos filosofías diametralmente opuesta.
San Diego llegó a esta cita con el sello de un equipo que sabe sufrir. Su clasificación, sellada con un walk-off dramático en la entrada 11 ante los Cerveceros, refleja la resiliencia de un roster que ha sobrevivido a lesiones clave y ha integrado refuerzos decisivos en el deadline. Bajo el mando de Mike Shildt, los Padres han construido su identidad en un pitcheo sólido y una ofensiva que no depende de un solo nombre.
El abridor Nick Pivetta —lanzador del Juego 1— ha sido un faro en la rotación (2.87 de ERA y 190 ponches) , mientras que el cierre está en manos del dominante Robert Suárez, quien selló 40 salvamentos con una efectividad implacable.
En la ofensiva, Fernando Tatis Jr. (111 carreras anotadas, 25 jonrones y 32 bases robadas) y Manny Machado (27 cuadrangulares y 95 impulsadas) son los pilares, pero el equipo ha sabido encontrar producción en roles complementarios, como el de Jackson Merrill (16 jonrones) y Luis Arráez (.292 de promedio).
Por su parte, Chicago resurge con la meticulosidad de Craig Counsell y un roster rejuvenecido. Tras cuatro años ausente de la postemporada en temporadas completas, los Cubs aseguraron su boleto con un récord de 92-70, destacando por un equilibrio entre pitcheo y ofensiva.
Su rotación, liderada por Shota Imanaga (3.21 de ERA en 179.2 entradas) y Jameson Taillon (3.95 de ERA), ha sido consistente, pero es el bullpen el que esconde joyas como Drew Pomeranz —un relevista que regresa tras tres años sin lanzar en Grandes Ligas y logró una efectividad de 2.17—, una historia de redención que enfrentará a su exequipo, los Padres.
Con la adquisición de Kyle Tucker en el intercambio que envió a Isaac Paredes a Houston, la ofensiva ganó un bateador de impacto, aunque la salud de Trea Turner (.304 de promedio en la LN) podría ser un factor determinante.
En este cara a cara, la balanza se inclinará hacia quien imponga su juego en los momentos críticos. Los Padres confían en su poder ofensivo —cuarto en la Liga Nacional en jonrones (152)— y la velocidad de Tatis Jr. para romper juegos.
Sin embargo, su talón de Aquiles podría ser la consistencia del pitcheo tras Pivetta, con lesiones que han afectado a Yu Darvish y Michael King.
Para los Cubs, la ventaja está en su profundidad en el montículo: su bullpen tiene lanzadores como Ryan Pressly (adquirido en la pretemporada) y Pomeranz, capaces de neutralizar a los bateadores más peligrosos en entradas medias.
Además, han demostrado ser un equipo que gana con «pequeño béisbol»: aprovechan bases por bolas y juegan a la defensiva, un estilo que puede frustrar a equipos ofensivos como los Padres.
Más allá de las estadísticas, este serie está teñida de simbolismo. Los Cubs jugarán con la ventaja de campo en el histórico Wrigley Field, donde la presión de la fanaticada puede inclinar juegos ajustados.
Para los Padres, la motivación es romper con la sequía: buscan avanzar más allá de la Serie de Comodines tras una salida temprana en 2024. Jugadores como Drew Pomeranz (Cubs) enfrentarán a su pasado, mientras que Manny Machado y Fernando Tatis Jr. cargan con la responsabilidad de llevar a San Diego a la gloria.
En estos escenarios, la experiencia en postemporada de los Padres —que ya han vivido esta instancia— podría chocar con la sed de triunfo de un equipo como Chicago, que ha reconstruido su identidad desde cero.
Al final, esta Serie de Comodines entre Padres y Cubs no es solo un paso hacia la Serie Divisional; es un enfrentamiento entre dos formas de entender el béisbol. San Diego apuesta al poder y la veteranía, Chicago a la estrategia y el renacimiento. Quien gane lo hará porque su pitcheo logró domar a los bateadires en momentos clave, o porque su ofensiva rompió los esquemas del rival en la séptima entrada.
Como bien dijo el mánager de los Padres, Mike Shildt: «El camino no ha sido una línea recta…». En este octubre, esae camino con curvas encontrará su recompensa en el frío de Wrigley o en la fe de una afición que cree en los milagros.