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Por Redacción Nacional
La Habana.- La designación de Yuniasky Crespo Baquero como nueva jefa del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba no es una sorpresa, sino la confirmación de una lógica que el régimen ha repetido durante décadas: blindar el aparato ideológico con cuadros formados en la obediencia y la ortodoxia.
No se trata de talento ni de méritos académicos, sino de lealtad. Yuniasky, con su currículo de manual —FEU, UJC, diputada, secretaria provincial— encarna la figura del cuadro “confiable”, útil para sostener el dogma y evitar cualquier grieta de pensamiento libre.
Con 48 años, la funcionaria acumula experiencia en casi todos los espacios de control político: desde la juventud universitaria hasta el nivel provincial del Partido, donde dejó una provincia como Mayabeque hundida en la miseria.. Esa trayectoria no habla de liderazgo genuino, sino de una carrera diseñada para escalar dentro del sistema sin cuestionarlo jamás. Que sea licenciada en Marxismo-Leninismo e Historia es apenas un detalle irónico: nadie mejor que un graduado en esa especialidad para justificar lo injustificable, reescribir la realidad y repetir el catecismo ideológico con la solemnidad de quien defiende un dogma sagrado.
El nombramiento de Rolando Ernesto Yero Travieso para sustituirla en el Departamento de Atención al Sector Social completa el cuadro. Un médico convertido en burócrata partidista, otro ejemplo de cómo la dictadura desperdicia talentos profesionales para reciclarlos en engranajes de propaganda. Su paso por la UJC y por estructuras del Partido lo hace otro soldado disciplinado del sistema, capaz de vestir la bata blanca de la medicina solo como credencial, pero siempre subordinado a la misión política de defender al régimen.
Ambos movimientos muestran lo mismo: no hay renovación real, ni apertura, ni oxigenación. Lo que hay es una reconfiguración de fichas dentro del tablero del Partido para reforzar el control ideológico en un momento de crisis. La prensa oficial lo presenta como “fortalecimiento de la actividad ideológica”, cuando en realidad es la obsesión del poder por vigilar y domesticar cada espacio de pensamiento en el país. Un recordatorio de que en Cuba el debate de ideas no existe; lo que existe es la imposición de un discurso único.
Con cada designación de este tipo, el castrismo demuestra que su prioridad no es resolver los problemas urgentes de la gente —apagones, escasez, hambre, represión—, sino perfeccionar su maquinaria de control ideológico.
A Yuniasky Crespo Baquero nadie la recordará por mejorar la vida de los cubanos, sino por custodiar la cárcel mental en la que el Partido insiste en encerrar a la nación. Una vez más, la ideología por encima de la realidad, el dogma por encima del pueblo.