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El último aliento del Manaslu

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A las 5:30 de la mañana, la leyenda Carlos Soria plantó sus botas cubiertas de nieve en la cima del Manaslu. Con el rostro curtido por décadas de sol y hielo, y 86 años en sus heroicas costillas, Soria alzó la mirada hacia el horizonte de picos y nubes, saboreando un sueño que había comenzado medio siglo atrás…

50 años, casi nada…

Aquel 1975, un joven Carlos había pisado por primera vez las laderas del Manaslu, en la primera expedición española a esta mole de 8.163 metros en el Himalaya. La montaña le había parecido entonces un titán inalcanzable, un desafío que ponía a prueba no solo el cuerpo, sino el alma.

A esta edad, luchando con la ladera, el cansancio y el frío, la cima le hablaba de otra manera. No eran dos polemistas tratando de imponerse, sino una conversación entre viejos amigos.

Había partido desde el campo base con el equipo de Seven Summit Treks, sus pulmones adaptándose al aire enrarecido, su mente enfocada en un objetivo que muchos considerarían imposible. Doce de los catorce ochomiles ya llevaban su nombre, un legado escrito en las alturas del K2, el Makalu, el Kangchenjunga, el Annapurna… y ahora el Manaslu.

Pero la gloria no es el motor que lo mueve, sino su amor por las montañas, esa fuerza que lo había llevado a escalar diez ochomiles después de los 60 años, cuando la mayoría se retira a contar historias junto al fuego.

Mientras descendía, con el corazón latiendo al ritmo de la hazaña, Carlos pensó en el Dhaulagiri y el Shishapangma, los dos gigantes que aún lo esperaban. La montaña no le había prometido nada, pero él sabía que volvería. Porque en cada cima, en cada paso, encontraba una razón para seguir respirando, para seguir viviendo. Y mientras el sol despuntaba sobre el Himalaya, Carlos Soria, el eterno alpinista, sonrió: aún no había terminado de escribir su historia.

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