
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Edi Libedinsky ()
La historia de David Glenn Lewis es uno de los casos de persona desaparecida que se resolvió de la manera más extraña y dolorosa posible. No fue un secuestro, ni un accidente, ni un crimen. Fue el relato de un hombre que, en un momento de desesperación, decidió abandonar su vida y empezar de nuevo como un fantasma.
En 1982, David Glenn Lewis era un hombre de 33 años con una vida que parecía idílica. Vivía en Houston, Texas, con su esposa, Jane, y su hija pequeña, Lisa. Tenía un buen trabajo como administrador de propiedades, amigos, y todo parecía ir bien. Sin embargo, en un día de marzo, desapareció sin dejar rastro.
La policía encontró su coche abandonado en un puente. No había señales de lucha, pero el lugar, combinado con el estrés que su esposa Jane sabía que él sentía en su trabajo, llevó a las autoridades a concluir que probablemente se había suicidado. La familia, desgarrada por el dolor, lo lloró y lo sepultó en sus corazones como un alma perdida. Durante 13 años, su caso permaneció cerrado, considerado como una trágica muerte sin cuerpo.
Pero David Glenn Lewis no estaba muerto. Había caminado, o hecho autostop, hasta Florida. En lugar de vivir una nueva vida como profesional, se convirtió en John William Smith, un hombre sin hogar. Vivió en las calles de Orlando, durmiendo bajo puentes y en bosques, sin contacto alguno con su familia. A quienes le preguntaban, les decía que era un veterano de Vietnam que sufría de trastorno de estrés postraumático (aunque no lo era), y que simplemente quería vivir en paz y sin responsabilidades.
En 1995, el misterio llegó a su fin de la manera más insólita. Un trabajador social en Florida, ayudando a «John Smith» a obtener una nueva identificación, le tomó las huellas dactilares. Al escanearlas, la base de datos arrojó una coincidencia impactante: las huellas dactilares pertenecían a David Glenn Lewis, el hombre que había desaparecido en Houston 13 años antes y que se creía muerto.
La noticia causó una conmoción. La policía de Houston, que había cerrado el caso hacía años, se mostró incrédula. Pero el impacto más profundo fue en su familia. Su hija, Lisa, que ahora era una adolescente, tuvo que procesar que su padre no solo estaba vivo, sino que la había abandonado voluntariamente a ella y a su madre. Su madre, Jane, que se había vuelto a casar, se enfrentó a un torbellino de emociones: alivio porque estaba vivo, pero también una profunda traición.
David Glenn Lewis se disculpó con su familia, diciendo que no podía lidiar con el estrés de su vida anterior. Nunca dio una explicación completa de sus acciones, y su familia tuvo que aceptar la dolorosa verdad de que la persona que los había abandonado no era un extraño, sino alguien que había elegido activamente ser un fantasma.
Su historia es un recordatorio de que algunas personas desaparecidas no son víctimas, sino que han tomado una decisión desesperada para escapar de sus vidas. El caso de David Glenn Lewis expone el devastador costo emocional que esta elección tiene en los que quedan atrás, forzados a lidiar con el dolor de una pérdida que nunca fue real.