
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Redacción Deportiva
Sao Paulo.- La entrevista concedida por Mijaín López a la AFP en Sao Paulo no es un ejercicio de nostalgia olímpica, sino un retrato crudo de la decadencia del deporte cubano. El luchador señaló que el país vive “un momento delicado” y que la causa principal radica en la falta de apertura y modernización. No habló de un simple bajón en el medallero, sino de un sistema atascado, incapaz de adaptarse a un mundo donde el deporte es industria, ciencia y mercado.
La crítica no fue velada: Cuba sigue atrapada en una estructura rígida, más preocupada por el control político que por la evolución de sus atletas. López recordó que, mientras el deporte internacional se mueve como negocio global, la isla permanece cerrada, ajena a las dinámicas modernas que permitirían a sus competidores crecer. La consecuencia es clara: pérdida de competitividad y éxodo constante de talentos.
En su intervención, insistió en la profesionalización como paso ineludible. «Eso no significa renunciar al orgullo nacional, sino permitir que los atletas tengan acceso a patrocinios, ligas extranjeras y tecnología de punta». Un modelo híbrido, capaz de combinar identidad y apertura, sería la vía lógica para salir del estancamiento. Sin embargo, las trabas políticas y la resistencia del régimen lo convierten en un horizonte todavía lejano.
El problema trasciende lo deportivo: la falta de cambios responde al miedo de la dictadura a perder control sobre una de sus vitrinas históricas. El deporte fue durante décadas instrumento de propaganda, y abrirlo significaría aceptar autonomía económica y contactos internacionales. Esa es la verdadera batalla que subyace en las palabras de López: un llamado a romper con la lógica del encierro que también asfixia a la sociedad cubana en su conjunto.
El mensaje deja una advertencia clara: sin reformas profundas, el deporte cubano seguirá desmoronándose. La gloria pasada no garantiza resultados presentes y mucho menos futuros. Si el Estado no abre el juego, los atletas seguirán marchándose y el país perderá uno de los pocos espacios donde aún podía mostrarse al mundo con orgullo.
Lo que López expresó, en definitiva, fue una crítica directa al inmovilismo de la dictadura y una invitación a cambiar, antes de que sea demasiado tarde.