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La descentralización en Cuba: ¿Oportunidad o espejismo?

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Por Pedro Monreal (El Estado como tal)

La Habana.- Son problemáticas dos afirmaciones oficiales respecto a la descentralización en Cuba: la crítica a dirigentes que no actúan como si no estuvieran “en guerra” y la exhortación a aprovechar la crisis como oportunidad. Para empezar, Cuba no está “en guerra”.

Con independencia de la exaltada retórica oficial de “guerra”, la profunda crisis multifactorial y multidimensional de Cuba es esencialmente una catástrofe civil cuya solución implica a ciudadanos, organizaciones y Estado nacional, sin que medie un conflicto bélico.

Las probabilidades de que las autoridades locales pudieran aprovechar la crisis actual como una oportunidad son inversamente proporcionales al grado de verticalismo de las instituciones, que es muy alto en los casos del partido comunista y del Estado cubano.

Cada vez que una reforma estatal invoca la necesidad de “descentralización”, en el fondo lo hace como respuesta a serios problemas que presentan los sistemas centralizados. Eso hace inevitable abordar preguntas que hasta ahora no han sido respondidas en Cuba.

¿Es creíble la descentralización?

¿Cuán creíble pudiera ser en un proceso de descentralización en Cuba el principio de subsidiariedad (la gestión de un asunto corresponde a la autoridad que, ubicada en el menor nivel de centralización, sea capaz de hacerla) si no cuenta con un respaldo robusto de recursos?

¿Aceptaría el partido comunista la erosión de legitimidad del poder central que resultaría, al menos parcialmente, al crearse mayores espacios para una participación local más intensa en decisiones adoptadas a un nivel más cercano a los ciudadanos (¿p.ej. hoteles vs. viviendas?).

¿Reproduciría la actual fogosidad descentralizadora el movimiento pendular de anteriores decisiones que después de establecer mercados “liberados” derivaron en precios “topados” y que de permitir el comercio mayorista privado terminaron cercenándolo?

¿Qué “kilometraje” pudieran alcanzar, antes de hacerse intolerables para el partido comunista, las impredecibles dinámicas entre gobiernos locales y sociedad civil en la gestión pública, con eventuales formas insólitas de participación, consulta y asociación?

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